El cisma político que vive el país y que probablemente recrudecerá con la consulta popular, se debe fundamentalmente al reclamo presencial del ex presidente privado de su liderazgo autoritario, absorbente, arbitrario e intolerante que no quiere dejar la arena política para que su partido “salpicado” de capitalismo de Estado, de populismo y de progresismo sea reemplazado por un “gobierno de todos”.
Con el activismo de su presencia acepta el riesgo a ultranza para buscar la oportunidad de que su movimiento político supuestamente dure 300 años, preserve a un presidente del Ejecutivo omnipotente que como jefe del Estado creía que debía administrar todas las funciones y poderes, creyendo que el poder es absoluto y no distributivo como debe ocurrir en una democracia.
El cisma político se produce como una respuesta a la proscripción de opciones políticas, enfoques, puntos de vista y de libertad de expresión de las cuales el país estuvo abrumado, pero que democráticamente tuvo que soportarlo, mientas existía la oportunidad de nuevos movimientos políticos y opciones para las aspiraciones de bienestar de la población y los objetivos de Estado.
La exclusión de entonces además del liderazgo personalizado y clientelar se desarrolló con la asignación de recursos a través de la organización y lealtad partidista, a través de complicados esquemas que debían seguir los mega proyectos para eludir la transparencia y entorpecer seriamente los procesos auditables posteriores al periodo de gestión, haciéndolos insondables. Por esa razón incluso con sentencias condenatorias se sigue afirmando que no hay una sola prueba de responsabilidad.
Los argumentos siguen siendo validos para la discusión, y la confrontación de tipos de liderazgo, pero no para la rectificación de los problemas de la conducción política. La razón es simple, porque no existe la menor intención de cumplir con el artículo 147 de la Constitución que anota como deberes del Presidente de la República, presentar en el momento de su posesión los lineamientos de las políticas que desarrollara durante su mandato. No únicamente de sus proyectos, sino “definir la política exterior” como menciona el numeral 10.
Para la década pasada era entendible que no exista la determinación de políticas, porque así era como se evitaba la transparencia, la rendición de cuentas, optándose por la micro gestión de proyectos que es lo que se ponderaba en las campañas de propaganda.
Los líderes se sintieron libres de expresar su desconocimiento mutuo y solo quedo evidencia de lo que protagonizaron en su atiborrada propaganda.
El gobierno de todos por todos y para todos, como menciona el Plan de Desarrollo 2017-2021, debe hacerse realidad. Es una metáfora del discurso de Abraham Lincoln, cuando se refería a la democracia, es hora por lo tanto de pasar del discurso a la practicidad.