Después del contundente triunfo de electoral de Juan Manuel Santos en Colombia, parece que se abre un nuevo momento para las relaciones bilaterales.
Tras el triunfo el presidente Correa tuvo la cortesía de llamar por teléfono al Presidente electo colombiano. Esto no tendría nada de raro pero es todo un gesto en atención a la tensa situación que experimentaron los dos gobiernos tras el ataque de Angostura de marzo del 2008.
El Presidente electo continuará la política de seguridad democrática que caracterizó al presidente Álvaro Uribe en su doble mandato y que logró debilitar y arrinconar a la narcoguerrilla de las FARC. El gesto es de mayor valor si tomamos en cuenta que quien ejecutó la acción bélica, como ministro de Defensa aun cuando tanto Uribe como Santos se hayan cuidado en decir que no era un acto contra el Ecuador sino contra los terroristas, fue el hoy Presidente electo.
Los gestos han sido importantes en los últimos meses y, pese a la acción que la justicia adelanta en la provincia de Sucumbíos donde se encausa a Santos, el camino, aunque lento, ha sido esperanzador.
Tras las tensiones que llevaron a la ruptura de relaciones y el retiro de los embajadores, en el último trimestre del año pasado dichas relaciones diplomáticas ya se reanudaron. Es equívoco que se piense que siguen interrumpidas puesto que ya se han reanudado a nivel de encargado de negocios, un rango diplomático importante y los vientos que indican que, más temprano que tarde, se pueden nombrar nuevamente embajadores.
Era lógico, la campaña electoral ponía una pausa en esa agenda, pero la declaración de Juan Manuel Santos que dijo que esperaba al presidente Correa en la transmisión de mando y la posterior llamada telefónica pavimentan el camino esperado.
En el discurso de la victoria electoral, el Presidente electo de Colombia dijo que esperaba que la diplomacia y el respeto sean un eje de la relación internacional.
Ya en materia interna, si bien se reafirmó en la lucha contra la narcoguerrilla, potenció en otra dimensión aquella política de seguridad democrática de Uribe añadiendo los ingredientes de un gran acuerdo nacional y la indispensable inversión para facilitar la cohesión social que le permita luchar contra la inequidad, la pobreza y el alto índice de desempleo que aquejan a Colombia.
Juan Manuel Santos cuenta con un aliado que puede ser factor importante para articular esa cohesión social: Angelino Garzón, su vicepresidente. Hombre que proviene del sindicalismo y una mirada progresista, que conoce la Colombia profunda y anima a advertir una nueva visión en esa línea. Además, conoce con detalle las causas históricas de la fraterna relación de los pueblos de Ecuador y Colombia y puede ser factor del nuevo momento en la relación bilateral.