La anécdota cuenta que Lula explicó a un grupo de obreros que la lucha en las calles no tenía sentido, porque ahí no se hacen las leyes, que debía ser “arriba”. El Partido de los Trabajadores ocupó tres presidencias y en la primera se difundía haber sacado a millones de personas de la pobreza a través del lema: “procesa lo que produces”; si tienes 2 vacas, haz quesos con esa cantidad de leche; no compres a tu vecino, porque él va a querer parte de tus utilidades, aumentando el valor de su leche. Estos negocios autosustentables, proliferaron en Brasil, dinamizaron su economía y se inculcó en la población pobre la cultura de crear, procesar, producir.
En cierta ocasión a León Febres Cordero, le preguntaron ¿por qué, un ingeniero se metió a la política? Respondió que no era posible que funcionarios que jamás han hecho una industria, creen leyes y apliquen reglamentos a los industriales, así que la única forma de industrializar Ecuador fue creando un partido político que reformó las leyes y abrió la economía a los capitales y productos extranjeros, más baratos y mejores que los nacionales de esa época.
En el caso del turismo, el empresariado ya no tiene espacios en las decisiones del gobierno ni del Ministerio. Es más, los dirigentes son percibidos como gente que siempre se queja, por la falta de control y la avalancha de impuestos. Reclamar a los funcionarios no tiene ningún efecto. Esperar que políticos sin experiencia en turismo creen leyes que hagan crecer la actividad es suicida y eso va a pasar cuando la nueva ley vaya a la Asamblea, donde nadie sabe de turismo; masticarán la ley por días y escupirán un adefesio.
No quiero un Ecuador Turístico diseñado por políticos del “roben bien” y sus cómplices, sino un Ecuador administrado por expertos en turismo. Cuando empresarios, académicos y profesionales del turismo, creen las leyes, administren gobiernos seccionales y con tiempo y esfuerzo, pongamos un Presidente, realmente seremos un país turístico.