Uno de los filósofos más influyentes del siglo XXI, Byung-Chul Han, con su libro “La sociedad del cansancio”, mueve el piso. Dice: “La sociedad disciplinaria de Foucault, que consta de… psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día”. Y añade: “La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento”.
El filósofo también señala que la sociedad disciplinaria “genera locos y criminales. La sociedad del rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados”.
Entre la sociedad disciplinaria y la sociedad del rendimiento hay una continuidad que está en el inconsciente social: el afán de maximizar la producción. Para ello en el primer modelo se requiere de gente controlada y obediente, con marcos institucionales rígidos y sancionadores. En el otro modelo, la mayor productividad recae en la iniciativa individual, en el forzarse así mismo al más alto rendimiento. Así, de lo impuesto desde fuera, se traslada a lo autoimpuesto. De la explotación a través de las normas e instituciones, pasamos a la auto explotación.
Las dos sociedades generan violencia. En la una, si no obedeces te cae la sanción; en la otra da origen a “infartos psíquicos”. El síntoma más evidente es el agotamiento por presión social para una mayor productividad por medio de estímulos.
En efecto, según Byung-Chul Han, “el hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima…”…“El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote”. Se obliga a sí mismo. “El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en auto explotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo explotado.”
Certeras reflexiones del filósofo. La sociedad del rendimiento y el sujeto de rendimiento son un hecho en nuestro suelo. No obstante, en Ecuador no calza totalmente su afirmación que puede ser cierta en Europa: “La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento”.
En la última década, el correato al aplicar el modelo estatal centralista y autoritario, reforzó la vieja sociedad disciplinaria y controladora. Y de manera simultánea, en el sistema educativo, a través de la evaluación, estandarización, “meritrocracia”, y de premios al “alto rendimiento”, intentó implantar la sociedad del rendimiento. El resultado una mezcla barroca y explosiva de los dos modelos que generó más locos, acosadores, depresivos y fracasados. Nuestro grave problema es que este modelo educativo está vigente e intocado. Y no somos conscientes de ello.
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