Con una tristeza muy grande Reinaldo manifiesta: “Todos en familia vimos en vivo por la TV, incluida mi hija de 7 años, los acontecimientos del jueves 30 de septiembre, los bombazos, piedrazos, la sangre, los gritos, los tiroteos, la muerte del policía, el discurso y el festejo”’ “por ahora lo que más me preocupa es lo que quedará en la mente de mi hija”.
Angustiada Fanny Rodríguez, rectora del Colegio Montúfar comenta que el 23 de septiembre pasado, a las 21:50 se produce una batalla campal en las afueras de su establecimiento protagonizada por estudiantes del Montúfar y del Mejía. Con preocupación señala que esta situación es parte de una continua y cada vez más frecuente provocación y “guerra” intercolegial en la que sus alumnos y sus instalaciones educativas se ven permanentemente agredidos.
Margarita Velasco del Observatorio de los Derechos de la Niñez comparte una reciente encuesta nacional en la que sus resultados revelan que en los últimos años hay un aumento de la violencia contra y entre los niños en los hogares y en las escuelas. Sus datos dicen que en el 2004 dentro de las familias la crianza con castigo físico llegaba al 52.2% de los niños, en el 2010 tal fenómeno aumentó al 53.5%. En el 2004, el 27% de los niños se quejaban de maltrato de sus profesores, en el 2010, el 32% se quejan de lo mismo. Pero también la encuesta muestra las relaciones de agresión entre los propios niños y adolescentes. Así el 74% de alumnos insultan o se burlan de otros, el 69% molestan o abusan de los más pequeños, el 63% reportan peleas, el 61% molestan a otros por ser diferentes.
Sí, el clima de violencia va en aumento en las casas y en las aulas, pero también en las calles. ¿Qué familia no tiene a uno de sus miembros que no haya sido asaltado? ¿Quién no corre el riesgo de perder su vida montado en un transporte público de servicio urbano o interprovincial? ¿Quién no recibe a diario información de secuestros y de asesinatos a manos de sicarios?
No nos digan que las causas de esta escalada de violencia se encuentran solo en el desempleo, en la pobreza y en la desinstitucionalización. Están también en la desconstitución familiar, en la migración, en los pésimos programas de la TV, y en la vieja pedagogía de la violencia, en la cultura prepotente, machista y patriarcal de muchos padres y madres de familia, maestros, policías, choferes y líderes.
El bien más preciado de una familia y de un país es la paz. Una de las capacidades más importantes de cualquier persona, de un dirigente y de una comunidad es la de enfrentar y resolver los conflictos mediante el diálogo.
Sería bueno que el Presidente, la Policía, el Jefe del Comando Conjunto, Alianza País y otros líderes políticos mediten en los mensajes del tipo país que entregaron a la hija de Reinaldo. Meditemos… todos.