Finalmente se concretó la consulta popular luego de varios silencios y amagues. La propuesta es polémica y mueve el tablero político. El estrellato de los indígenas y las trifulcas legislativas bajan de perfil. La iniciativa, tardía y todo, no se puede ignorar.
Hay que recordar algunos supuestos para no engañarnos: el momento nunca es perfecto (lo fue luego de la vacunación), no pueden abordarse todos los temas (hay prioridades), no se producen efectos inmediatos, cuesta bastante plata.
Las reacciones han sido inmediatas. Correístas y aliados indígenas por el rechazo y mutación a plebiscito sobre la gestión de Lasso. El resto hasta ahora procesa con escepticismo y algo de esperanza. Las preguntas han sido criticadas desde varios flancos como inconstitucionales (rol de FF.AA.), insuficientes (número de legisladores), innecesarias (ambientales). Las que más brillan refieren a la extradición, el serruche del Consejo de Participación, la autonomía de la Fiscalía.
El temor sobre la desvaloración del contenido de las preguntas y la conversión de la consulta en aceptación o rechazo al Presidente se cumplirá. Y va a polarizar de nuevo al país entre correístas y anticorreístas (incluye lassistas pero lo supera). No salimos del túnel.
En una primera valoración global, la consulta luce tibia. No enamora, no entusiasma ni moviliza. En parte por la ausencia de temas ardientes: empleo, salud, IESS, corrupción. La comunicación oficial tiene un reto enorme, considerando que se enfrenta a una inmensa maquinaria propagandística y sin escrúpulos.
Esto apenas empieza. Es preciso aprovechar el proceso para discusiones significativas. Habrá que esperar las luces de la Corte Constitucional y las preguntas adicionales insinuadas para hacer apuestas definitivas. Es momento para que la sociedad civil aporte, arriesgue. Los medios, colegios electorales, academia, organizaciones sociales, observatorios, fundaciones tienen la palabra. Que no sean solo lasredes y el tik tok los que inunden los espacios.