¿Desean espeluznarse hasta los huesos? Pues miren el video que Anders Behring, el autor de los atentados en Noruega, colgó en Internet para promocionar el grupo de los Caballeros Templarios 2083. Este grupo terrorista considera que el actual orden empuja a los europeos a una aniquilación a corto plazo.
Por un lado, el Multiculturalismo que invade Europa estaría aplastando la cultura local. Esta corriente está compuesta por tres actores: la izquierda (lo que él llama “el Marxismo Cultural”), el movimiento humanitario (“humanistas suicidas”) y la globalización económica (“capitalismo globalizado”). El poder de estos elementos sería tan fuerte que aseguraría un influjo ideológico sobre todo el aparato institucional, desde el sistema educativo hasta los organismos gubernamentales.
Por otro lado, el islamismo estaría colonizando el continente gracias a una natalidad superior a la de los europeos. Cita a Gadafi: “No necesitamos terroristas, no necesitamos bombas. Los 50 millones de musulmanes en Europa harán de este un continente musulmán en unas pocas décadas”.
Frente a este escenario, calificado por él como “genocidio”, la única solución sería la violencia. Violencia que se concretó en una bomba en Oslo, que mató a 8 personas, y 68 asesinatos en un campamento del Partido Laborista.
La sociedad es como un caldo a punto de ebullición; cuando se da una explosión de violencia es porque en algún lado se concentraron la presión y el calor suficientes. La democracia prevé dos mecanismos para la evacuación de tensiones, de tal forma que los ciudadanos no deberían tragarse en silencio el odio, hasta el punto que los lleven a estallar. La libertad de expresión y la participación política son los canales por los cuales los miedos, los extremismos y las frustraciones se ventilan en la sociedad. Los foros intelectuales y políticos las debaten, con esta dinámica ellas se suavizan, se compensan con los miedos opuestos y se evita la explosión; al menos en teoría.
¿Noruega sin libertad de expresión? ¿Sin una buena democracia? El conservadurismo y el nacionalismo se volvieron ideologías sumamente reprochadas por la opinión pública. El mismo terrorista dice que ante la más mínima expresión se califica de fascista o nazi a quien la emita, eliminándolo de cualquier debate serio, excluyéndolo de cualquier atención. Estamos frente a un supuesto en donde formalmente se reconoce la libertad de expresión y participación política, pero en la realidad existen obstáculos sociales para que estos mecanismos funcionen.
¿Estoy diciendo que se debería dar a un terrorista una cátedra universitaria, una columna de un periódico o un partido político? No, pero si esas personas pudiesen ejercer esos derechos, no se convertirían en terroristas.