Cuando el Jefe dijo -hace una semana- que el proyecto de Ley de Comunicación que le presentó Mauro Andino le parecía -inesperadamente- “muy bueno”, funcionó un inquieto escalofrío entre los periodistas independientes. Más cuando añadió “extraordinario”. Y más aún durante la sesión del viernes, cuando doña Gabriela batió todas las marcas de velocidad en materia de aprobación de proyectos, dejando al Corcho como “atrasadito” en esa materia.
Comprensible que la nueva Presidenta -con el apoyo de cien y más votos (y del Presidente)- apriete el acelerador y convierta a una ley superlenta en una ley relámpago. Pero lo hizo con tal entusiasmo que se le fue la mano. En tiempos “corchistas” se aprobó que la ley de incomunicación -o de comunicación, caramba- se votara artículo por artículo. Doña Gabriela lanzó al canasto esa idea. Ya, pero…¿no hubiera sido un poco más humano que los nuevos asambleístas -unos 60- escucharan aunque sea por una sola vez la lectura del “proyecto Andino” antes de que sea velozmente aprobado en 15 minutos? Oficialmente, los tales nuevones votaron “a favor” sin conocer oficialmente ni una palabra del texto. Mal.
Don Mauro Andino -feliz por el entusiasmo del Jefe- cambió de pronto en los últimos días y minutos. Ya no fue el ciudadano mesurado y tranquilino de los anteriores tiempos, bastante estricto, naturalmente, para aceptar cambios en el texto de su proyecto. De pronto, al final, no solo fue más abierto sino que aceptó dos supercambios de bulto y de última hora. Uno, la creación de toda una “Superintendencia de Comunicación”, por supuesto con capacidad sancionadora y, por añadidura, propuesta por el “Chato” Castillo, lojano sorpresivamente reaparecido con estas novedades que complican la ley; dos, aceptó nada menos que el “linchamiento mediático”, otra posibilidad para inquietar, acusar y talvez sancionar al periodismo independiente. Pero hubo otro cambio. El doctor Mauro, siempre tan mesurado y buena persona, insurgió con un discurso de tarima con tono tan rotundo y emocionado que dio la idea de que está soñando en una postulación electoral.
No han faltado codazos y ataques a la prensa independiente en estos años. Pero la aprobación de la ley es un nuevo capítulo en que se pasa de la inquietud a la alarma. Realmente, el proyecto -ya preocupante- se endureció. Un abogado periodista, Enrique Echeverría, mencionó en un artículo que “por sanciones no faltan” en la famosa ley y habla de una multa (art. 64) por contenidos discriminatorios, que puede llegar a un equivalente del 1 al 10% de la facturación promediada del medio en los últimos 3 meses. Con la circunstancia de que si hay reincidencia se doblaría la cantidad de multa correspondiente al último pago. Con lo cual se podría llegar hasta la clausura de un medio de comunicación. ¿Esto es libertad de expresión?, termina preguntando.