La circunscripción electoral, junto con la forma de votar y la fórmula de cálculo que convierte los votos en escaños, configura la esencia de un sistema electoral, y éste, a su vez, incide en la solidez o debilidad del sistema de partidos y en la composición de la representación política.
El autoritarismo diseñó circunscripciones pequeñas para beneficiarse. Y así sucedió en los procesos electorales desde el 2013 al 2023, cosechando una ingente sobre representación. Pocos han advertido esta trampa. Alegaron que era para «acercar» a los elegidos con los electores, algo posible, pero en los sistemas uninominales y pueblos pequeños. Dijeron que tal diseño era para responder a las demandas locales, y permitía una -decorativa- «rendición de cuentas».
Pero olvidaron que la comunicación tecnológica facilita el vínculo con los ciudadanos, a través de las plataformas digitales y sus aplicaciones. Tan intensiva y heterogénea es la estructura social moderna, que hace dificultoso el contacto personal directo
La delineación de las circunscripciones, choca y es incompatible con el principio constitucional de la proporcionalidad. Mientras más pequeña es la circunscripción, mayor será la desproporcionalidad, es una de las reglas advertidas por Dieter Nohlen. Además, las circunscripciones han acentuado el clientelismo político y la personalización del poder, estimulado el caudillismo localista, donde la fidelidad personal reemplaza a la representación del interés público y de la nación, para reducirlo a gestor de prebendas. En la Asamblea Nacional, no se legisla para una circunscripción sino para la nación. Se representa al todo y no a los pedazos de cantones. Es sabido que la teorización ideologizada desecha la realidad y el sentido común. Deshacer esta trampa es una tarea para el futuro. Las circunscripciones deben desaparecer para que las provincias vuelvan a ser las unidades geográficas naturales de las que salga una representación política mejor.