El término tiene su raíz etimológica en similar vocablo griego y latín, que como verbo hace referencia al narrar, describir y explicar; y que como sustantivo está relacionado con quien se desempeña en calidad de deponente o juez, que los helénicos lo correspondían con el “sabio”. En la mitología griega, es la musa Clío, hija del dios Zeus y la titánide Mnemosine, quien personifica a la “historia”, habiendo sido concebida en una de las nueve noches de amor de sus padres; en las restantes engendraron a las otras ocho musas griegas, todas quienes formaban el cortejo de Apolo. Clío representa también a la poesía épica, llamada a recordar las gestas pasadas. Su principal atributo fue la memoria, heredada de su madre, junto con la inteligencia analítica legada por Zeus.
Desde una perspectiva filosófica, la “historia” puede ser abordada ya sea como teoría idealista, para la cual el relato es concreto -no abstruso- y termina en la mera exposición de hechos y actos. Su contraparte es la teoría positivista, la cual aboga por una “narración” reflexiva, metódica, lo cual da a la historia la calidad de ciencia… conocimiento razonado. Para Hegel, “la razón gobierna el mundo y, por lo tanto, la historia universal es racional”… la historia no es solo investigación empírica de los hechos y procesos de antaño.
Todo aquello que deje de adentrarse en la “comprensión” de los efectos rememorados y sus consecuencias sociales será leyenda, que no concepción histórico-científica. Los “pensadores” de la historia toman como referente de la teoría positivista a Augusto Comte, fundador y referente de la sociología. Y ello en tanto el presente de un pueblo no puede desligarse del ayer, el cual en buena medida sienta las bases de lo que hoy es ese conglomerado humano. De allí que el historiador jamás debe apartarse de los factores económico-sociales incursos en los fenómenos sujetos a análisis.
Retrocedamos en el tiempo. Ciertamente sin conciencia aún de los efectos sociológicos implícitos en ello, Herodoto (Halicarnaso, 484 a.C. – Turios, 426 a.C), padre de la disciplina que nos ocupa, sostenía que la historia muestra al hombre como agente racional siendo que su función es, en parte, descubrir lo que ha hecho y, por otra, por qué lo ha hecho. Si nos limitamos a referir sin profundizar en el origen de los hechos y sus consecuencias podemos hacer fábula o novela, que no historia.
Para Karl Popper, filósofo austríaco, el conocimiento – que a los fines en cita lo extrapolamos al histórico – está dado por “nuestras teorías acerca del mundo y de los efectos de esos productos hechos por nosotros sobre nosotros mismos y nuestras creaciones posteriores”.
Por lo tanto, para nuestro entender que muchos no lo compartirán, en la efectiva aproximación a la historia no podemos dejar de lado su proyección socio-política en el ahora.