Es exasperante, a veces me da ganas de rasguñarme la cara de las iras y la impotencia. En el país se va más allá de la idiotez, más allá de la miopía, es una especie de turbo quemeimportismo. A los ecuatorianos lo nuestro, nuestro patrimonio, nos importa menos que un átomo de bledo. Nuestra naturaleza insólita, menospreciada y desatendida; nuestra cultura, ignorada; nuestras empresas, descartadas como un soldadito de plomo.
Es terriblemente triste el cuento de Christian Andersen. Un niño recibe de regalo varios soldaditos de plomo, entre ellos uno sin una pata. De noche el soldadito se enamora de una bailarina de juguete, que – al verla levantada en un pie – pensó que era su pareja ideal. Pero al día siguiente un payaso en una caja lo arroja fuera de la ventana. Al pobre le ocurre de todo, unos niños lo lanzan en un barquito de papel, se encuentra con una rata, etc. Finalmente lo come un pez. Coincidencia increíble, al pez lo venden en un mercado a la misma familia del niño al que lo habían regalado. Al momento de cocinarlo encuentran en las tripas al soldadito. Pero el niño – despreciando su soldadito sin pata – lo lanza al fuego de la chimenea. Una ráfaga de viento empuja a la bailarina también a las llamas. Mirándose, juntos se queman.
Hagamos un repaso a empresas significativas vendidas a otras empresas de capitral foráneo. Un agua mineral emblematica ya no es ecuatoriana. Un banco también fue vendido, lo propio sucedió con empresa de lácteos , pan y embutidos: fueron vendidas. Una empresa española invirtió en petróleo. El 50% de una gran línea procesadora de alimentos fue también recientemente vendido. Último anuncio, una cadena de farmacias y ¿Cuántas empresas más – de gran calado – nos quedan?
Las perspectivas a futuro no son nada halagüeñas. La crisis se va a ir recrudeciendo y a medida que el Gobierno se quede sin liquidez le tocará pasar de la costumbre de endeudarse para pagar salarios a un modelo de pagar deudas. Con el menor gasto del Gobierno el mercado se contrae y habrá más incentivos para vender las empresas. Incluso el mismo Estado – aquejado por su falta de dinero – va a vender aquellas que están en su poder.
¿Qué posibilidades hay de que espontáneamente los ecuatorianos generen otro banco? Empresas de capital intensivo (las que requieren grandes inversiones), ¿qué tan factible es que nazcan de nuevo de manos ecuatorianas? En otros países se hace todo lo posible por apoyar a los accionistas locales y evitar que vendan las empresas a grupos extranjeros.
Nadie lo habla, nadie lo dice. No está en el debate nacional. Somos como niños, que no nos damos cuenta que nuestros soldados han pasado por enormes peripecias para llegar hasta aquí. Nosotros, despreocupados, las descartamos con quemeimportismo.