Si bien las ideologías habrían llegado a su fin, la referencia ‘izquierda política’ se mantiene vigente y es utilizada con insistencia frenética en los círculos políticos ecuatorianos y latinoamericanos a pesar de su vaguedad y contenidos cambiantes. Hasta la caída del muro de Berlín la distinción no revestía mayores problemas: Moscú y el PCUS dictaminaban lo que debía considerarse de izquierdas. De esa forma intereses estratégicos de la URSS fueron transmutados en tesis ideológicas como el antiamericanismo, antisemitismo, pacifismo, entre otros ‘ismos’ que luego pasaron a formar parte del imaginario de la izquierda. La caída del Muro y la destrucción de la bitácora comunista, sin embargo, despojaron a la izquierda de orientación certera y condenaron a muchos de sus partidos y movimientos a una trayectoria errática que serpentea entre la derecha, el centro y el fascismo.
La nueva izquierda latinoamericana y su modelo autoritario mezclado con nacionalismo, mercantilismo, ‘antiimperialismo’ y hasta el espejismo neocastrista es producto de ese extravío histórico sufrido por las ‘izquierdas’ luego del descalabro comunista. En Latinoamérica, este descarrío ha permitido el surgimiento del Socialismo del siglo XXI que reivindica para sí el patrimonio de la izquierda y considera a sus variantes chilena, española, francesa, uruguaya y hasta salvadoreña como enfermas de derechismo. Por ello, no resulta casual que Alianza País haya aprovechado la ingenuidad y el oportunismo de algunos partidos para utilizarlos primero y triturarlos después. Recordemos que estos movimientos y partidos posibilitaron el avance del proyecto de la denominada “revolución ciudadana”, aprobando sin chistar los instrumentos jurídicos necesarios para dinamitar las instituciones existentes hasta entonces y utilizando a sus vocales del Tribunal Supremo Electoral como sicarios políticos.
En la denominada izquierda ecuatoriana existe la creencia de que los decapitados por la revolución ciudadana son, principalmente, ciertos movimientos de la derecha ‘derecha’ y, sobre todo, de la ‘derecha torcida’. Se olvida, sin embargo, que las principales víctimas del exterminio institucional son, precisamente, los mismos partidos que participaron en la demolición y que sobreviven gracias al respirador artificial de Alianza País. Los grandes esfuerzos que hacen algunos partidos para recobrar su individualidad -la Izquierda Democrática pidiendo la renuncia de los funcionarios gubernamentales que son afiliados, el Socialismo retirándose del bloque oficialista o el MPD radicalizando su oposición- han resultado inútiles; AP pulverizó los movimientos y partidos de izquierda y copó ese espacio de forma total. A diferencia del pasado, hoy no existen divisiones ni conflictos al interior de la izquierda; existe un partido único.