El éxito en el proceso de vacunación contra el covid en Ecuador ha sido sorprendente. En tan solo 4 meses, se logró aumentar la inmunización completa del 7% a casi el 60% de la población, una tasa similar a la de Estados Unidos y superior a la de la mayoría de países latinoamericanos. El compromiso y la capacidad de gestión mostrados en dicho proceso tendrán que ser aplicados a una nueva cruzada, tan o más importante que la propia pandemia: la desnutrición crónica infantil.
De acuerdo con Unicef, la tasa de desnutrición crónica de niños menores de 5 años en 2020 fue de 23.1%, únicamente superada por Guatemala (42.8%). Honduras, que tiene la mitad del ingreso per cápita y el doble de la pobreza que Ecuador, mostró un nivel menor (19.9%). Incluso Haití, el país más pobre de América, está mejor con 20.4%. Colombia y Perú, países de ingreso similar, registraron menos de la mitad: 11.5% y 10.8%, respectivamente.
La desnutrición crónica de niños menores de 2 años es más grave (27.2% en 2018) y ha venido empeorando desde 2006, cuando fue de 24%. Su incidencia es mayor en la Sierra (30.8%) y en la población indígena (38.8%). Este deterioro es triste e insólito, pues se dio en una coyuntura inédita de bonanza de recursos petroleros, tributarios y deuda pública. En contraste, en ese período, Perú logró bajar del 24% al 12%.
Existe abundante evidencia científica que documenta los impactos negativos de la desnutrición infantil sobre el desarrollo, la educación y la salud de los niños, así como la prevalencia de la pobreza, la baja productividad y la desigualdad. Es previsible que la pandemia haya empeorado la ya grave situación en el país. En consecuencia, la reducción de la desnutrición es probablemente la prioridad más importante que enfrenta el país.
El gobierno ha lanzado un plan estratégico para reducir la desnutrición crónica de niños menores de 2 años, desde el actual 27% a 21% en 2025 y a 10% en 2030. Estas metas involucran a la actual y a las próximas 2 administraciones. Por lo tanto, deben ser abordadas como políticas de Estado, que trasciendan a los gobiernos, y que comprometan el trabajo articulado de todos los actores clave en este plan: ministerios, entidades públicas, gobiernos locales, organismos multilaterales, sector privado, academia y sociedad civil.
Aprendiendo de la experiencia del plan de vacunación, será fundamental contar con un fuerte liderazgo político y el financiamiento de las intervenciones básicas. Adicionalmente, al igual que en programas exitosos como el peruano, la clave del éxito está en la gestión por resultados, la transparencia y la rendición de cuentas. Una manera de apuntalar tal estrategia será contar con un “nutricionómetro” -similar al “vacunómetro”- con indicadores de avance de esta cruzada, y fortalecer así el compromiso ciudadano a favor de los niños.