En la madrugada del pasado 9 mayo, frente a las costas de la Isla San Cristóbal, encalló el buque de carga Galapaface I. A diferencia de otros accidentes, como el ocurrido el 16 de enero del 2001 con el “Jessica”, este no tuvo consecuencias tan severas.
Prácticamente se pudo sacar los 6 000 quintales de cemento, 40 tanques de aceite lubricante, varillas de hierro, tanques con cloro y otros químicos, así como cerca de 19 000 galones de combustible.
El accidente del “Jessica” en el 2001 sí fue una tragedia para las islas. Se derramaron 160 000 galones de diésel y 80 000 galones de búnker. Todo esto afectó sensiblemente a las colonias de lobos marinos, tortugas e iguanas, llegando incluso a las islas Santa Cruz e Isabela.
Lo curioso es que el percance del Galapaface I se produce casi en el mismo lugar donde ocurrió el encallamiento del buque “Jessica”: la Bahía Naufragio. Aunque se sabe de las condiciones de este sector (bajo fondo y existencia de rocas), llama la atención que hasta el día de hoy no existan protocolos y estrictos controles para evitar este tipo de accidentes.
De acuerdo con las declaraciones de las propias autoridades, el plan de contingencia que se puso en marcha se aplicó tarde y de manera parcial. ¿Por qué? ¿Las autoridades e instituciones encargadas de velar por el cuidado de las islas están debidamente preparadas? ¿Las actividades de transporte de carga se hacen bajo normas de seguridad y estrictos controles? ¿Es aceptable que embarcaciones viejas como el Galapaface I operen sin problema en las islas? ¿Quién supervisa esto? ¿No será que el trabajo que hacen los funcionarios del Parque Nacional Galápagos, de la Agencia de Regulación y Control de la Biodiversidad y otras es deficiente?
Estoy convencido de que si las Galápagos estuvieran gestionadas técnicamente, el accidente del Galapaface I nunca hubiese ocurrido.
Eso no es todo. Los problemas abundan en las islas como es el aumento de la población, el crecimiento desmedido del número de turistas, la existencia de especies introducidas pero, sobre todo, la poca conciencia de los isleños de que es necesario cuidar este delicado y sensible Patrimonio Natural de la Humanidad. Todos se creen con el derecho de hacer lo que les viene en gana, sin tomar en cuenta que están acabando con las Galápagos.
Así como las autoridades y funcionarios de las islas se jactan de que Galápagos conserva todavía el 95% de su biodiversidad, también es cierto que se han extinguido en los últimos años tres especies de plantas, cuatro de tortugas y ocho de mamíferos. Por ejemplo, dos subespecies de pájaro brujo desaparecieron en San Cristóbal y Floreana.
El pinzón de manglar, propio de Isabela y Fernandina, está en peligro de extinción. La lista es larga. Creo que a más de lo que he planteado, se hacen inminentes cambios urgentes en el manejo y administración de las islas. Estamos acabando con las Galápagos.