Con tantos problemas que resolver: el terremoto y sus consecuencias, la crisis económica, las confrontaciones político electorales, los casos de corrupción, en fin, tengo la impresión que el Presidente Correa no está totalmente al corriente del innecesario conflicto que sus acuciosos colaboradores, en el gobierno y en la Asamblea, le están generando. Cierto es que el propio Jefe de Estado definió el objetivo de la confrontación, que era arremeter contra ciertas universidades, pero las estrategias de sus subordinados no han hecho sino alborotar el ambiente político de por si complejo para el oficialismo.
La educación superior ha sido una de las emblemáticas preocupaciones del gobierno y del Presidente a la que ha dedicado tiempo y recursos. Con errores y dificultades, hay que reconocer que la educación universitaria ha mejorado en el Ecuador. Tanto en el sector privado cuanto en el público se ha logrado notables avances. Los esfuerzos se han orientado a la excelencia, a la investigación y a la enseñanza. Hay sin duda más calidad.
El conflicto abierto por el gobierno contra una de estas universidades, la FLACSO, es reciente e incomprensible. Se trata de la universidad de posgrado mejor calificada del país –inclusive premiada hace unas semanas por el propio gobierno-, con un prestigio internacional consolidado y cuya excelencia nadie discute. ¿Por qué, en esta coyuntura tan complicada, abrirse un frente adicional en un sector que funciona bien?
La controversia tiene dos vertientes. La primera, el incumplimiento en las asignaciones de fondos públicos como prescribe la Constitución y la ley y que ya lleva siete meses de retraso; y, la segunda, el intento de hacer reformas a la LOES, con la intención supuesta de reducir el gasto y tener un mejor control de las “instituciones de educación superior que operan en el Ecuador bajo acuerdos o convenios internacionales” esto es acabar con la autonomía y hasta con la existencia de la FLACSO y la Universidad Andina.
Si bien el Presidente Correa arremetió contra la FLACSO, sus siempre acuciosos adláteres han levantado un innecesario avispero donde no había ni problema ni necesidad.
Están cometiendo no solo un error sino una injusticia. Por su condición de organización internacional se está proyectando en la región una imagen negativa del gobierno en tanto su Sede en Ecuador, que es la más potente de todo el sistema, aparece como perseguida.
Y, por su condición de universidad bajo leyes ecuatorianas, se le están desconociendo sus derechos y los esfuerzos realizados desde hace 20 años en que volvió a la vida tras una crisis que puso en riesgo su existencia y que nadie quiere que se repita.
¿Por qué no dialogar, cumplir con las deudas y alentar lo que está bien hecho?