El acuerdo de libre comercio con México está en la puerta del horno, pero no hay que olvidar el refrán que dice que en la puerta del horno se quema el pan.
Con este refrán se sintetiza aquello que los negociadores suelen repetir con frecuencia cuando llegan a la etapa final, cuando se abordan los temas sensibles para los intereses empresariales de ambas partes. En esta etapa se repite con frecuencia que “nada está negociado hasta que todo esté negociado”. Con eso se quiere evidenciar que si no se consigue un acuerdo global en todos los temas que forman parte de las negociaciones, simplemente no se firma ningún acuerdo.
El viernes pasado, luego de cinco días de negociaciones entre las partes, el Gobierno dijo que hay un ‘pre acuerdo’ con México. En estricto sentido, lo que existe es un avance en las negociaciones, que es importante porque evidencia la voluntad de avanzar.
Sin embargo, lo ocurrido esta semana en México, donde el equipo negociador ecuatoriano contó con la presencia del Ministro de la Producción y de delegados del sector productivo, significa que las decisiones finales estarán en manos del Presidente de la República.
Eso también ocurrió en la negociación del TLC con la Unión Europea y sucederá con los 10 acuerdos que están en la hoja de ruta del Gobierno.
A diferencia de lo ocurrido con la UE, en esta ocasión el Gobierno está convencido de los beneficios que tiene la apertura comercial para el desarrollo del país, lo cual no pasa únicamente por la posibilidad de exportar más productos o servicios; también genera una mayor presión externa para realizar las reformas internas que le permitan al país ser más competitivo en el mundo.
Ahora, no basta que el Gobierno esté convencido de los beneficios del acuerdo comercial con México, ya que ese TLC requerirá el visto bueno de la Asamblea, donde el Gobierno es minoría y necesitará votos para ponerlo en vigencia.