Existen sutilezas jurídicas entre un referéndum o referendo y un plebiscito. La diferencia principal es que el plebiscito permite la creación de normas jurídicas, mientras que el referéndum es un mecanismo para la derogación de determinada clase de leyes, pero no para su creación. En lo que coinciden estos dos vocablos según la Real Academia Española es que son un mecanismo de consulta. Entonces, para tratar de que el mensaje sea lo más claro posible, la propuesta de este artículo es una consulta.
¿Consulta para qué? En el ambiente citadino se siente una lamentable dispersión de criterios respecto de algunas decisiones, algo así como qué idea (buena o mala) tienes para tratar de derribarla con mis argumentos que siempre serán mejores que los tuyos (aquí se puede agregar una lista de calificativos: mediocre, corrupto, inepto, etc.). Esto lo vemos cada vez que la autoridad decide emprender alguna obra.
Si un alcalde dice que va a construir un intercambiador vial en Guamaní, un barrio del sur de Quito, pero yo vivo en Carapungo, norte, es muy poco lo que me importa o simplemente mi actitud es de indiferencia. Un túnel en algún lado de la ciudad solo es importante para el que lo cruza a diario o tiene carro. Los pasos cebra son importantes para que los peatones tengan un lugar seguro para cruzar de un lado a otro una calle o avenida, pero el que va en su carro le importa muy poco y hasta insulta al peatón porque le obliga a frenar o a disminuir la velocidad.
En la prensa se han publicado varios proyectos que buscan solucionar el problema crónico de movilidad, pero como esa solución pasa por mi barrio me opongo (escriba usted los adjetivos) porque el bien común no tiene porqué oponerse a mi estatus privado. Imposible no recordar todos los argumentos en contra del actual aeropuerto. Si el ex alcalde Barrera no perseveraba todavía tendríamos a los aviones pasando por encima de la terraza de la casa y perturbando mi vida cotidiana.
Recuerdo a una tía que vivió muchos años en Ginebra. Contaba que el alcalde del cantón consultaba todo, incluso si las calles debían lavarse mientras caía un fuerte aguacero que, de todas maneras, las dejaba impecables. Pero el alcalde no lo podía decidir por su cuenta y riesgo, por eso consultaba. No era complicado porque las respuestas llegaban por correo antes de la fecha fijada para la consulta y su costo era mínimo.
No es necesario consultar a todo el mundo (ahí está el ejemplo de Guamaní y de Carapungo) por eso sugiero que se pida la opinión de los usuarios del túnel Guayasamín y de los vecinos que dicen sentirse afectados por la obra. El que transita todos los días y tiene que esperar a veces más de una hora para salir del atolladero tiene todo el derecho a opinar y con eso nos evitamos interminables debates intelectuales.