El gobierno español está tomando medidas de ajuste radicales para reducir el gasto público, con recortes en educación, salud y otros servicios, lo cual traerá todavía más desempleo del que ya existe. También se ha empeñado en el “salvataje” de la banca, que todos saben es la principal responsable de la crisis. Para ello planea un enorme endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, que ya ha anunciado las medidas que el país debe tomar para intervenir.
Las medidas que el FMI “sugiere”, pero en realidad impone para poner la plata, distan mucho de ser originales. Son más que conocidas, especialmente para los latinoamericanos, que las sufrimos por dos décadas. Bajo el directo control del Fondo, aparte de haber conseguido cierta “disciplina fiscal”, que tiene su lado bueno, nuestros países tuvieron que pagar costos sociales terribles, de los que no nos hemos librado hasta ahora.
Aún cuando en algunos casos se ha logrado elevar el ritmo del crecimiento económico, las medidas han traído mayor empobrecimiento, polarización inédita entre grupos reducidísimos de ricos cada vez más ricos, y de pobres cada vez más numerosos. Tan bárbara es la receta, que los propios organismos financieros internacionales tuvieron que reconocer que era necesario considerar el “lado social” de las medidas de ajuste.
Pero, la apabullante lógica del capital es así, esas medidas vuelven a ser aplicadas en países del “primer mundo” como Grecia y España, sin considerar los estragos que ya causaron en los países del “tercer mundo”, que debieron sufrirlas con resultados de sufrimiento y retroceso evidentes.
El señor Rajoy, presidente del gobierno español, creía que su país merecía mejor trato por parte de los organismos financieros que la periferia del mundo. Hasta llegó a decirle en un mensaje a su negociador que, al fin y al cabo, España no es Uganda. Pero, la soberbia de la derecha racista ha sido doblemente castigada. Primero, el presidente de Uganda ha declarado que, desde luego, su país no es España, que Uganda tiene una economía estable y no está rogando préstamos. Segundo, el FMI ha seguido con sus condiciones, haciendo saber a los negociadores españoles que no tienen ninguna corona para pedir condiciones especiales. Para el fondo, todo el mundo cumple sus “sugerencias”, si esperar favoritismo.
Uno de los rasgos comunes de la intervención del FMI en España con las que se realizaron en América Latina, es que las medidas que se aplican afectan a los más pobres, a los trabajadores y desempleados, en tanto que los bancos y otras instituciones financieras que se manejaron muy alegremente, reciben préstamos y siguen sus negocios “como siempre”.Paradógico, pero verdad. Al fin y al cabo, los latinoamericanos ya sabemos que la crisis es justamente un gran negocio para sus responsables.