No. La “revolución” nunca se equivoca, porque descubrió la verdad, inventó la ética, encontró los secretos de éxito económico.
Es portadora de la justicia, sacerdotisa de la equidad, propietaria exclusiva de la legitimidad. Gracias a los iluminados, a los militantes y a los serviciales, encontró las causas de la explotación y las cuevas donde se esconden todas las conspiraciones.
Castro no se equivocó. Acertó cuando, en nombre de la revolución, decidió encerrar a su pueblo y asignarse el papel de eterno gobernante de la Isla. Acertó cuando se atribuyó la función de director de la orquesta revolucionaria en América Latina y en el mundo.
Acertó en la economía, en la represión, en la comprensión de la historia y de sus leyes.
Chávez acertó en la liquidación de Venezuela, en el dispendio de la fortuna petrolera, en el “sabio” régimen cambiario, en la producción de alimentos, en la atención hospitalaria, en la seguridad pública, en la liquidación de las empresas.
Para los revolucionarios, el problema consiste en que sus aciertos siempre tienen enemigos que confunden, conspiradores que socavan las bases de los paraísos políticos, y que mienten, por ejemplo, cuando dicen que no hay medicinas ni comida.
Los revolucionarios se indignan cuando se difunden fotografías de estantes vacíos y de colas de gente que busca pan. Nada de eso existe. Es la guerra mediática la que tergiversa la realidad de un país próspero, seguro, ejemplar y libre.
No se equivocan los revolucionarios.
Los fracasos de las tesis marxistas en Rusia, China, Europa del Este, Cuba, Venezuela y más paraísos políticos, son pura mentira. No existió el Muro de Berlín, ni las fronteras con alambre de púas y perros de presa.
No existió la masacre de la plaza de Tiananmen. La histórica imagen de aquel hombre frente a la columna de tanques es pura imaginación, teatro, montaje, invento, como lo son las recientes represiones para bloquear la conmemoración; como fueron los desafueros de la revolución cultural; como fueron los gulags y las purgas. Mentiras que atentan contra la sacrosanta religión del socialismo real.
No. No se equivocan. Los revolucionarios saben construir sociedades dependientes del Estado y ciudadanos obedientes. Saben “administrar” en su beneficio las libertades y los derechos, son expertos en generar “nomenclaturas” privilegiadas; en edificar elefantes blancos y monumentos a sus caudillos; manejan las habilidades de la propaganda y conocen los entresijos de los miedos, las razones de los silencios y los secretos de las complicidades.
Nunca se equivocan los revolucionarios. Han inaugurado la justicia y la libertad. Tienen todos los derechos para imponer sus tesis. Sus ideas son legítimas, por los siglos de los siglos.