La crisis energética que atraviesa Ecuador está impactando en la salud mental de la población. Problemas preexistentes como la ansiedad y la depresión se han exacerbado.
Los apagones prolongados de hasta 14 horas al día no solo interrumpen la vida cotidiana, sino que crean un clima de incertidumbre y desasosiego. Esto afecta el bienestar emocional de los ciudadanos.
La incapacidad para planificar actividades básicas genera un aumento en los niveles de estrés. Esto se agrava en ciertos casos por el contexto social de violencia e inseguridad.
La mezcla de factores exacerba la ansiedad y el sentimiento de aislamiento. Esto se da sobre todo en jóvenes y adolescentes, que ya vienen afrontando un impacto desde la pandemia. La falta de acceso a dispositivos electrónicos durante los apagones profundiza su desconexión y ansiedad.
Hay que tomar en cuenta que los envenenamientos, traumatismos y otras causas externas son la primera causa de egresos hospitalarios en varones, entre 12 y 17 años. En el caso de las mujeres, es la tercera.
La situación es aún más grave al ver las principales causas de muerte. En el caso de las mujeres de este grupo etario, están lesiones autoinflingidas intencionalmente (suicidio) y en hombres es la tercera causa.
Ante este escenario resulta crucial el fortalecimiento del sistema de salud mental. El Ministerio de Salud Pública, junto con gobiernos locales, oenegés y otras instituciones, debería trabajar en conjunto para promover el acceso a servicios de calidad. La mejora de infraestructuras, como también la educación comunitaria, son necesidades urgentes.
Crear espacios de apoyo emocional en centros comunitarios puede ofrecer un respiro a quienes se sienten abrumados por la situación.
Es indispensable desestigmatizar los problemas de salud mental, a través de campañas que fomenten el apoyo mutuo entre ciudadanos.
Capacitar a voluntarios y líderes locales en primeros auxilios psicológicos permitirá que las comunidades identifiquen a las personas en riesgo y les ofrezcan apoyo en momentos de crisis.
Además, el desarrollo de programas de resiliencia psicológica que enseñen técnicas de manejo del estrés y la incertidumbre es vital para ayudar a las personas a sobrellevar la crisis de manera más efectiva.
Las actividades físicas y de socialización al aire libre durante el día ayudarían a que las personas mantengan un equilibrio emocional, evitando la sensación de encierro y estrés que provocan los apagones prolongados.
En conclusión, la crisis energética en Ecuador va más allá de ser un desafío técnico: está afectando la salud mental de toda una nación.
Es fundamental que las autoridades implementen un enfoque integral que priorice tanto las soluciones energéticas como las estrategias para salvaguardar el bienestar emocional de los ecuatorianos.