Un grupo de legisladoras impulsa el proyecto de jubilación temprana para la empleada o trabajadora, de manera tal que la mujer pueda dedicarse a otro tipo de tareas familiares o personales gracias a una pensión digna que le entregue el Seguro Social. El objetivo, sin duda, tiene buenas intenciones, pero no ha contado con el suficiente análisis ni la necesaria discusión entre las propias mujeres para conocer si realmente eso es lo que desea la mayoría de la población femenina.
La propuesta suena bien para las jóvenes que han trabajado desde muy temprano, pero si no existe el sustento económico para financiarla se vuelve muy difícil de cumplir y quedaría como una oferta más de quienes, desde el poder, tienen la obligación de aportar con realismo a los intereses de la mujer.
Por lo pronto, y aunque el proyecto todavía tiene un largo camino por recorrer en la Asamblea, ya se escuchan opiniones contrapuestas. Los directivos del Seguro Social aseguran que no es viable económicamente para el Estado, mientras sectores femeninos profesionales afirman que el plan afectaría a las mujeres que se encuentran en su mejor momento de creatividad y productividad y que, además, no tienen intención de encerrarse en su hogar para convertirse en amas de casa. El asunto es delicado pues también existen mujeres que aplauden la iniciativa, tienen argumentos y necesitan ser escuchadas.
Por su enorme interés e incidencia social, estos temas son los que los líderes del país deberían promover su debate y difusión porque una sociedad se construye con deliberaciones no impuestas desde el poder sino desde la democracia; es decir, desde la formulación de propuestas que se conviertan en causas nacionales.