A poco más de un mes de las elecciones legislativas del 6 de diciembre (6D) en Venezuela, desde ese Gobierno se envÃan señales que causan inquietud.
Los comicios resultan cruciales para la supervivencia de un modelo polÃtico, que se instauró en la República Bolivariana en 1999. Un sistema que, a lo largo de 16 años y meses de una gestión autoritaria, afronta en los últimos dos años desafÃos polÃticos, sociales y económicos.
En ese escenario, marcado por la caÃda de la imagen del régimen venezolano, el heredero polÃtico del fallecido presidente Hugo Chávez ha hecho declaraciones preocupantes.
Nicolás Maduro ha señalado, entre otras cosas, que el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) debe imponerse el 6D ‘como sea’. Y, en el mismo tono, ha lanzado dos advertencias: ‘Si la oposición gana las elecciones no entregaré la revolución’; ‘en el escenario hipotético, pasarÃa a gobernar con el pueblo y en unión cÃvico-militar’.
Además, hay que recordar que el oficialismo venezolano ha cerrado las puertas a los observadores internacionales en los comicios, que pudieran reconfigurar la composición de la Asamblea bajo control del oficialismo.
Las expresiones y decisiones del Mandatario venezolano acerca del 6D no han generado hasta ahora las reacciones de gobiernos y organismos regionales.
Un contexto asÃ, tan complejo, abona las tesis de quienes advierten de una elección cuyos resultados solo alimentarán la polarización en una Venezuela profundamente dividida.