Eran varios de los más buscados. Tras la fuga de 19 peligrosos delincuentes de una cárcel que se consideraba de máxima seguridad, las explicaciones de las autoridades no son presentables y las nuevas recompensas ofrecidas no se compadecen con el malestar que la fuga genera.
La invulnerabilidad de los centros penitenciarios siempre se ha cuestionado. La Roca parecía lo mejor del país. Pero la pregunta surge de inmediato. Si esa prisión es vulnerable, ¿qué puede pasar con las demás? Las versiones oficiales son sui géneris. Un funcionario dijo que la fuga es conveniente para la oposición, mientras la Ministra de Justicia, al referirse a un reciente escape del CDP de Pichincha, consideró que en el nuevo sistema las fugas son casos aislados, y pidió críticas constructivas. Tras el escape de los peligrosos delincuentes se vuelven a ofrecer recompensas, se blinda la cárcel, pero no se responde a lo medular: ¿qué pasó con las cámaras de seguridad, con el monitoreo constante y la comunicación con los guías? ¿Puede salir cualquier persona vistiendo un uniforme sin presentar identificación ni pasar registros seguros? ¿Siguen las cárceles siendo arsenales en manos de delincuentes, y siguen estos manejando teléfonos celulares para cometer crímenes a control remoto? Las preguntas son muchas y no es solo tema de campaña. Es la inseguridad real que no coincide con los anuncios de mejoras. Hoy estamos un poco más temerosos que ayer.