Las calles de Quito se han convertido en un campo de batalla donde los ciudadanos libran una lucha diaria contra la congestión. El tránsito en la ciudad se ha convertido en un caos. En la actualidad, la movilidad se ve afectada por dos factores clave: la ejecución simultánea de al menos 57 obras públicas y el aumento de siniestros de tránsito. Estos elementos han provocado un incremento significativo en los tiempos de traslado y una alteración de la rutina diaria de los quiteños.
La planificación de obras viales es una necesidad innegable en una ciudad que ha sufrido años de abandono en infraestructura. Sin embargo, la ejecución simultánea de múltiples frentes de trabajo genera complicaciones severas.
La ciudadanía se enfrenta a un panorama de tráfico caótico, tiempos de traslado prolongados y una calidad de vida deteriorada por la crisis de movilidad.
En el caso de la avenida Simón Bolívar, una arteria clave para la circulación de la capital, las obras iniciadas el 5 de marzo han generado congestión adicional. A esto se suman intervenciones en vías como la Galo Plaza Lasso, la Rodrigo de Chávez y varias calles secundarias en el norte y sur de la ciudad. Si bien estas mejoras prometen beneficios a largo plazo, la falta de planificación gradual afecta gravemente a la movilidad en el presente.
Además de las obras, el incremento de siniestros de tránsito ha profundizado el problema. En solo dos horas del 14 de marzo pasado, se registraron cuatro en puntos estratégicos de la ciudad: la avenida Simón Bolívar, la Velasco Ibarra, Píntag y el barrio Lucha de los Pobres.
Estos eventos no solo generan congestión, sino que también evidencian fallas en la cultura vial y en el control de tráfico. La Agencia Metropolitana de Tránsito enfrenta el desafío de reforzar operativos y garantizar el cumplimiento de normativas para evitar que los incidentes sigan en aumento.
El tiempo de traslado de los quiteños ha aumentado hasta en un 30% debido a estos factores. Según expertos en movilidad, la falta de información clara sobre rutas alternas y cierres viales es un problema recurrente. Por lo que, por ejemplo, según datos de Carlos Álvares, experto en movilidad, si una persona se demoraba una hora en un trayecto, con todos los factores enumerados, ahora puede tardarse hasta 80 minutos.
La ciudadanía se ve obligada a modificar sus hábitos de desplazamiento sin contar con datos precisos proporcionados por la Municipalidad, lo que genera desorientación y mayor congestión. Una estrategia efectiva de comunicación y señalización podría mitigar este impacto.
La Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop) del Municipio de Quito ha defendido la ejecución de las obras simultáneas, argumentando que eran urgentes y que responden a un diagnóstico técnico. Sin embargo, es evidente que una planificación más escalonada hubiera sido menos perjudicial para la circulación. Mientras tanto, la ciudadanía se enfrenta a un panorama de tráfico caótico, tiempos de traslado prolongados y una calidad de vida deteriorada por la crisis de movilidad.
La solución no pasa únicamente por concluir las obras en marcha, sino por mejorar la gestión del tránsito y promover un cambio en la cultura vial. Sin medidas correctivas inmediatas, Quito seguirá atrapado en un laberinto donde la movilidad es cada vez más un privilegio y menos un derecho accesible para todos.