La histórica participación de Ecuador en los Juegos Olímpicos de París 2024 ha dejado una huella imborrable en el deporte nacional. Con una delegación de apenas 40 atletas, el país logró lo que muchos consideraban imposible: obtener cinco medallas olímpicas (una de oro, dos de plata y dos de bronce). De paso, superó a potencias deportivas de la región como Argentina, Chile y México.
Este logro sitúa a Ecuador como el tercer mejor país latinoamericano en esta justa. No es solo una celebración del talento deportivo ecuatoriano, sino también una reflexión crítica sobre la realidad que enfrentan nuestros atletas.
La medalla de oro de Daniel Pintado en los 20 km marcha; las platas de Pintado y Glenda Morejón en relevos mixtos así como de Lucía Yépez en lucha libre, junto con los bronces de Angie Palacios y Neisi Dajomes en levantamiento de pesas, son testimonio de la capacidad, dedicación y sacrificio personal de estos deportistas. Sin embargo, no podemos pasar por alto que este éxito se ha conseguido, en gran medida, gracias al esfuerzo personal de cada deportista. No olvidemos las hazañas de otros ocho compatriotas que no regresan con las manos vacías, sino que llegan al Ecuador con diplomas olímpicos, una gloria que quisieran otros países.
A lo largo de los años, el deporte en Ecuador ha sido relegado a un segundo plano en la agenda nacional. La falta de políticas públicas coherentes, el escaso financiamiento y las infraestructuras inadecuadas han sido una constante que los atletas han tenido que enfrentar. En este sentido, los logros de París 2024 son aún más admirables. No solo reflejan el talento individual, sino también la capacidad de nuestros deportistas para superar las adversidades.
Daniel Pintado, por ejemplo, ha contado con un equipo técnico reducido y ha enfrentado múltiples obstáculos para poder entrenar al nivel que exige una competición como los Juegos Olímpicos. Aun así, su determinación y disciplina lo llevaron a repetir la hazaña de Jefferson Pérez en Atlanta 1996, y le dio a Ecuador su cuarta medalla de oro en la historia de las Olimpiadas. Pintado es un símbolo de lo que se puede lograr cuando se combina el talento natural con una fuerza de voluntad inquebrantable.
Lucía Yépez, conocida como la ‘Tigra’, hizo historia al convertirse en la primera medallista olímpica de Ecuador en lucha libre. Su camino hacia la medalla de plata no ha sido fácil, marcado por entrenamientos en condiciones que distan mucho de ser ideales. Sin embargo, su perseverancia y pasión por el deporte le permitieron superar estas dificultades y llevar el nombre de Ecuador a lo más alto del podio olímpico.
Las hermanas Angie Palacios y Neisi Dajomes, en levantamiento de pesas, también ejemplifican esta lucha constante. Con recursos limitados y un apoyo estatal intermitente, ambas deportistas han tenido que buscar alternativas para financiar sus entrenamientos y competiciones. A pesar de estas barreras, Angie y Neisi han logrado subirse al podio olímpico, demostrando que el espíritu ecuatoriano es capaz de brillar incluso en las circunstancias más adversas.
La actuación de Ecuador en París 2024 debería ser un llamado de atención para la sociedad en general. No podemos seguir dependiendo únicamente del esfuerzo y sacrificio personal de nuestros deportistas. Es necesario que el Estado asuma de una vez por todas su responsabilidad y brinde el apoyo necesario para que nuestros atletas puedan competir en igualdad de condiciones con sus pares internacionales. Esto implica no solo aumentar el financiamiento, sino también crear programas de desarrollo deportivo que permitan identificar y formar a nuevos talentos desde una edad temprana.
Es cierto que el éxito en los Juegos Olímpicos se mide en medallas, pero también debe medirse en el compromiso que una nación tiene con sus deportistas. París 2024 ha demostrado que Ecuador tiene el potencial para estar entre las mejores naciones del mundo en el ámbito deportivo, pero para que este éxito sea sostenible y no solo un hecho aislado, se requiere un cambio estructural en la manera en que el deporte es gestionado y apoyado en nuestro país.
La histórica actuación de Ecuador en los Juegos Olímpicos de París 2024 es motivo de orgullo y celebración, pero también de reflexión. Los logros obtenidos son un recordatorio de la capacidad de nuestros deportistas, pero también de las fallas de un sistema que no ha estado a la altura de su talento.
Es hora de que el país invierta en el futuro de su deporte, para que las próximas generaciones de atletas no solo sueñen con la gloria olímpica, sino que también cuenten con los medios para alcanzarla. Solo así podremos asegurar que el éxito en estas Olimpiadas no sea una excepción, sino el comienzo de una nueva era para el deporte ecuatoriano y que lo logrado en París 2024 no solo quede como una racha personal de cada atleta que lució el tricolor ecuatoriano, o como parte de un anecdotario, sino que sea la confirmación de que estamos frente a una era brillante del deporte nacional.