Los históricos desacuerdos y las razones de ambos pueblos han costado mucha sangre, muchas vidas, mucho dolor. El mundo mira hoy con expectativa, sin exagerado optimismo pero con una dosis indispensable de esperanza, la mesa de diálogo que se reinstala en Washington.
El atentado terrorista de Hebrón, antes de que ambos líderes emprendieran viaje a Washington, fue el peor en algún tiempo desde la perspectiva de Israel, pero para los violentos vinculados a Hamas (grupo que domina la Franja de Gaza) se trata de un acto heroico. Un dato significativo que publicó Worldpress: una encuesta dice que las tres cuartas partes de los habitantes de Gaza y Cisjordania quieren un acuerdo de paz con Israel. La negociación ni es fácil ni puede ser rápida, pero es el mejor momento desde el ataque de Israel a la flotilla humanitaria y puede volverse a retomar el camino de la paz, formulado en Oslo primero y luego en Camp David, allí donde Isaac Rabín y Yaser Arafat allanaron diferencias.
Hoy el momento es distinto: tanto Benjamín Netanyahu (primer ministro de Israel) cuanto Mahmud Abbas (presidente de la Autoridad Nacional Palestina) son conscientes de la oportunidad para abrir el camino del diálogo aunque concuerde con la agenda de Obama de presentar un logro internacional entre tanto tropiezo. Hillary Clinton ha dicho que Palestina merece un Estado. Israel tiene el suyo desde los acuerdos en Naciones Unidas de 1948 que apoyó Ecuador.
Israel y Palestina están en un eje estratégico de Oriente Próximo. La geopolítica de la zona pasa por el camino de la paz entre ambos pueblos justo cuando varios estados árabes se preocupan ante el creciente poder nuclear de Irán que podría desestabilizar la región y la paz del planeta.