Detrás de la aproximación en las relaciones Sur- Sur, se encuentra una estrategia diplomática de confluencia económica de Irán con los países del ALBA. El mensaje de justicia, amor y amistad de Ahmadineyad entregado a su arribo a Caracas, pretende lucir su opacada legitimidad y prestigio internacional. Mientras que con una diplomacia de supremacía en el Medio Oriente, amenaza con cerrar el estrecho de Ormuz, al mismo tiempo que desafía a la comunidad internacional, burlando por cuarta vez, las sanciones determinadas por la ONU ante su impugnable proyecto nuclear.
Su liderazgo en la consolidación de la revolución islámica busca un nuevo orden político social expansivo, especialmente hacia los países islámicos pro occidente.
El haber conseguido refinar uranio hasta un 20%, le convierte prácticamente en un “estado nuclear”. Status con el cual, según el discurso presidencial, ya podría hablar con el resto de países, es decir, una vez alcanzada una capacidad de disuasión nuclear.
El petróleo es utilizado como arma geoeconómica, explotando la oportunidad de la recesión económica occidental y el crecimiento asombroso de la demanda energética de los países industrializados, puesto que del 5.6% del crecimiento global futuro, apenas se podrá cubrir el 2.2% según datos de la British Petroleum.
Concomitantemente, su posición geográfica estratégica hace fácil el control de la ruta marítima de transporte de crudo; considerando que, que de los 84 millones de barriles por día del consumo global, el 67% se produce en el Medio Oriente, de los cuales el 40% pasa por el estrecho de Ormuz.
Estos aproximadamente 16 millones de barriles le garantizan al ministro de energía iraní Qasemi decir que el petróleo no será utilizado como un instrumento político, sin embargo, de ser necesario se usará de cualquier manera.
El bloqueo es la opción estratégica menos factible, pues el 50 % del petróleo que pasa por Ormuz está destinado al Asia. Esos países y la OPEP tendrían en esa situación un papel decisivo, sin descartar la existencia de rutas alternativas.
Por otro lado ,la disuasión convencional asegurada con la capacidad misilística iraní no necesita evolucionar a la disuasión nuclear, a no ser que su aspiración político ideológica requiera de una escalada hegemónica, que sin duda incrementará la inestabilidad en la región, con alcance global; ya que sería imposible deslindar de la capacidad nuclear temas como desaparecer a Israel y el control de recursos estratégicos en el futuro.
En este complicado escenario geopolítico, los países de la periferia, que son los explotados, según la teoría del centro periferia, pasan a ser los peones de esta maniobra de transición al socialismo y a un nuevo orden mundial con una política exterior hostil, que solo conducen a un escenario de inestabilidad innecesario.