Hace cinco años, César Gómez Hernández, uno de los barbudos que llegaron a Cuba a bordo del Granma en 1956 para iniciar el proceso de revolución en contra del dictador Fulgencio Batista, decía en Quito, en la presentación de la novela que narra su historia, ‘Náufragos en Tierra’, que soñaba con volver algún día a su isla, pero que solo lo haría cuando esta fuera libre.
Por supuesto, su sueño nunca se cumplió. César falleció en 2020, a la edad de ciento tres años, sin ver otra vez a su Cuba libre. Aquellos ideales de libertad e independencia con los que nació esa revolución del Granma, de la Sierra Maestra y de la epopeya de un grupo de rebeldes que derrotaron al ejército batistiano, se desmoronó apenas empezó ese gobierno que no tardó en convertirse en un despotismo peor que aquel al que habían derrotado.
Desde entonces, Cuba vive a costa de las glorias de la revolución, y sobre todo, vive a costa de los cómplices y encubridores que han sostenido romántica, económica e ideológicamente una dictadura que ha sumido a su pueblo en el estancamiento y la miseria, pero que mantiene a la casta cercana al poder viviendo a cuerpo de rey, de manera descarada y vergonzosamente burguesa, mientras su pueblo, el que ha soportado todos estos años de opresión, empieza apenas a despertar.
Varios grupos de jóvenes artistas y periodistas cubanos han desatado la protesta contra las violaciones a los derechos humanos que se cometen a diario en Cuba. La letra y música de aquella canción, que se ha convertido en el himno de esta revuelta, ‘Patria y Vida’, pone a temblar los cimientos de una dictadura que lleva más de seis décadas en el poder.
En los últimos meses, el gobierno cubano ha encarcelado e investigado a decenas de artistas, periodistas y jóvenes que se atreven a hacer lo inimaginable en esa prisión enorme que es Cuba: levantar su voz por la libertad. Gracias a los servicios de inteligencia, en colaboración con los delatores del pueblo (vecinos, familiares y amigos), se ha iniciado una persecución brutal en contra de todos los que pretendan asistir a marchas pacíficas, protestar o exigir al gobierno el respeto de sus derechos. Las restricciones no solo se limitan ahora al confinamiento de los ciudadanos sino también al acceso a la mayoría de la población al Internet o datos móviles.
Human Rights Watch, ha venido denunciando desde hace tiempo las violaciones a los derechos humanos en la isla. Los apresamientos ilegales, acoso, inicio de procesos penales y desapariciones forzadas se reportan a diario en contra de artistas, periodistas y gente del pueblo que ha decidido no callar más. Como dice José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch: “Cantar una canción que no le agrada al gobierno o reportar las noticias de forma independiente son motivos suficientes para terminar preso en Cuba.”. Pues, ha llegado entonces la hora de cantar, la hora de rebelarse, la hora de levantar la voz y alcanzar en esa anhelada libertad.