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Las crisis, las económicas las primeras, apagan ilusiones y hacen perder el sentido de la acción, cuando uno no se sitúa en los hechos y tiene el coraje de enfrentarlos. En el mundo internacional, en particular, puede ser el sálvese quien pueda. Cuando al contrario, el mejor medio de enfrentar las dificultades es la unión y las soluciones compartidas.
América del Sur inició una integración muy sonada pero ahora se frena, tan rápido, ante las diferencias frente a la mundialización, cuyas consecuencias son decisivas para la política económica y las dinámicas de modernización productiva con sus consiguientes consecuencias sociales, para el empleo, nivel de vida, pobreza o riqueza.
Unos países se integran al mercado mundial siguiendo las vías ahora predominantes del libre mercado (Chile, Perú y Colombia con el Pacífico); otros buscan mecanismos de defensa para frenar los TLC y sus efectos negativos; el gigante Brasil, por su lado, sigue su camino que pesa en las decisiones de los demás.
Pero ahora que el auge de las materias primas está en declive y que nos pone sobre una realidad conocida de las posibilidades y dimensiones más realistas de cada cual, es indispensable atenuar las diferencias y, al contrario de lo que está aconteciendo, buscar caminos compartidos para salir de una crisis que se incrementa.
Se requieren no solo nuevos procesos de negociación, sino que todos estén dispuestos a ceder en función de las nuevas necesidades que impone el cierre de mercados y el bajón de los ingresos con la caída de las materias primas, las dificultades de seguir recibiendo préstamos anteriores y las disputas reales por atraer inversiones, así como la disputa de mercados para las exportaciones. Los defensores del libre mercado, al igual que los contrapuestos, deben ahora en algo ceder para precisamente compartir soluciones a la coyuntura, que puede no serla pues sería un período de larga duración como lo ha sido en el pasado, y reforzar la integración que es estratégicamente indispensable e impostergable. América del Sur debe, en fin, tener una política exterior mínima, de consenso.La crisis o la reducción de ingresos ya atenúa diferencias; políticas antes exclusivas de los neoliberales, las están practicando todos, sin distingo ideológico. Como en otras crisis, los primeros afectados son desgraciadamente los trabajadores. Los gobiernos que se reclaman del socialismo del siglo XXI ya reducen sus derechos y establecen flexibilización laboral, lo cual pone en similares condiciones a casi todos los países o atenúa las diferencias.
Se requieren iniciativas, la Secretaría de la Unasur debería hacerlo, si los gobiernos no lo hacen. Luchar contra los esquemas simplistas del bien y del mal, es una necesidad histórica para no empantanarse en una crisis económica que nos devuelva a inicios del siglo y América Latina siga siendo pariente pobre de la mundialización.