En marzo, durante una visita a los agricultores arroceros de la cuenca baja del Guayas, el candidato Lasso ofreció una línea de crédito de USD 1 mil millones al 1%. Parecía una oferta demagógica. Presumiblemente, los arroceros la recibieron con escepticismo. Lasso se posesiona en mayo 24, pero ni cumplía cien días en el poder y ya los arroceros bloquearon vías y se fueron al paro, reclamando por el incumplimiento de esta oferta, que se fije un precio oficial más alto del arroz, y que se frene el ingreso de arroz peruano que se expende a un precio menor al oficial.
Presumiblemente, el Presidente sondeó a las multilaterales para ver si alguna extendía el crédito, sin resultados. Pero ahora, luego de la fuerte elevación de impuestos, concreta la oferta con recursos propios.
BanEcuador administrará la línea de crédito, concediendo préstamos por USD 5 mil, y por hasta 30 años.
El agricultor que reciba USD 5 mil pagará USD 50 de interés anual, valor que no cubriría los costos de administración del crédito, peor hacer provisiones para los préstamos que no se paguen. Y cuando se pague el capital, si es a final del período, debido a la inflación los USD 5 mil valdrán poquísimo. En pocas palabras, es un subsidio de USD 1 mil millones.
Este subsidio debe tener un objetivo diferente a los bonos. Los bonos son para elevar al mínimo humanamente admisible de consumo de los más pobre. El crédito debe ir dirigido a que los campesinos que carecen de capital puedan invertir en mejoras para que a futuro su cultivo les permita mantener un nivel decoroso de vida.
Este objetivo es un descomunal desafío para BanEcuador, pues hablamos de 200 mil créditos. BanEcuador debería evaluar si el agricultor está cultivando el producto correcto, de acuerdo con la vocación de la tierra y si el producto que se va a sembrar tendrá un costo que le permita competir. También, si el dinero le alcanza al agricultor para la tarea que se propone emprender. De lo contrario, el crédito queda sólo como una dádiva para desactivar las protestas y ganar gobernabilidad.
En el caso de la cuenca baja, habrá que determinar si con el crédito individualizado será posible tornar a la zona arrocera en competitiva, como sí lo son otras zonas arroceras. O si quizá es necesaria alguna obra pública adicional, centrada en obras para controlar inundaciones e irrigación. O si sería necesario replantear el cambio a otro cultivo.
En cuanto a la Sierra, presumiblemente habrá casos en que sea necesario motivar a los agricultores el cambio de cultivo. Dado los nuevos hábitos alimenticios, en los mercados de Europa y EE.UU. hay una demanda creciente de todo tipo de bayas, particularmente del arándano. Colombia, Perú y Chile están aumentando sus cultivos. No hay razón para que la agricultura andina no se lance con más ahínco a conquistar mercados.