Lo que se está haciendo ahora –contratar nueva deuda para pagar intereses y capital de deudas anteriores– es insostenible. Este sistema perverso de financiamiento se llama Esquema de Ponzi y consiste en cavar un agujero más hondo solo para cubrir otro anterior.
El nombre viene de un señor originario de Boston, Charles Ponzi, desdichadamente conocido por pagar intereses y capital con el dinero que tomaba prestado de otros y no con sus recursos propios.
Ponzi tomaba prestado un monto “C” de dinero y se comprometía a pagar un interés “i” por él. Para pagar ese capital e interés, el señor Ponzi contrataba una nueva deuda, ya no por el valor original de “C”, sino por un valor mayor: C*(1+i).
Esa segunda deuda también generaba un interés, por lo que, al vencimiento, el señor Ponzi debía endeudarse nuevamente, esta vez por un valor mucho mayor: C*(1+i)*(1+i).
Bajo este esquema de financiamiento, la deuda del señor Ponzi subió geométricamente hasta que cayó indefectiblemente en bancarrota. Ocurrió cuando los prestamistas se negaron en redondo a refinanciar sus pasivos porque cayeron en cuenta que la deuda del señor Ponzi estaba matemáticamente condenada a subir hasta el infinito, es decir que sus préstamos jamás podrían ser pagados.
El país debe diseñar una estrategia de financiamiento que limite el crecimiento de su deuda a una tasa menor a (1+i). Por lógica simple, esto empieza con la aplicación de medidas de austeridad e invitando al sector privado a participar en el financiamiento de las inversiones públicas.
Solo de esta manera el país podrá salir del estado de iliquidez crónica en el que se encuentra y, solo de esta manera también, podrá encontrar la senda del crecimiento.
El desafío de fondo consiste en aplicar una reforma que disminuya la exposición del Fisco al vaivén de los ingresos petroleros y que flexibilice la estructura del gasto público.
Esto habrá que hacerlo con o sin FMI de por medio, pues se requiere con urgencia generar ahorro que sea destinado a programas de reducción de deuda y a inversión social, sin paralizar el funcionamiento del sector público.
Será difícil coincidir en la mezcla adecuada de políticas, porque toda medida afectará o beneficiará a algún sector en particular y es imposible satisfacer a todos. Pero después de la consulta popular, el Gobierno tendrá –sí o sí– que aplicar medidas de ajuste y asumir el costo político que aquello suponga.
Si el país no tomara medida alguna podría llegar el momento en que ningún prestamista quiera comprar bonos ecuatorianos porque se darán cuenta que nuestra deuda está creciendo en una proporción mayor a (1+i).¿Qué sucedería con nosotros en ese momento? ¿Echaríamos a un tal señor Ponzi la culpa de nuestra suerte?