Estos números con sus símbolos representan el tiempo durante el que George Floyd fue sometido y asfixiado por la presión de la rodilla de un policía de Minneapolis sobre su cuello. Las imágenes, angustiosas, brutales, espeluznantes, han llenado los espacios de este mundo hiperconectado en el que casi nada escapa finalmente a las cámaras, que ven y graban casi todo lo que nos sucede.
La voz de Floyd se iba apagando en ese tiempo que debió resultarle eterno e incomprensible, pues mientras suplicaba con el poco aliento que le quedaba “no puedo respirar”, aquel policía imbuido por el poder de su uniforme y de sus insignias, parecía no escuchar al hombre que asfixiaba con su rodilla. Sin duda el miserable lo escuchaba, sin duda sentía que el hombre al que sometía iba perdiendo resistencia, pero en ningún momento aflojó aquella presión, ni siquiera cuando Floyd dijo sus últimas palabras, “mamá”, una forma tan humana, desgarradora y natural de abrazar la muerte recordando nuestro primer vínculo con la vida.
El asesinato de Floyd desató una ola de protestas no solo en los Estados Unidos sino también alrededor del mundo. En 1968 el asesinato de Martin Luther King produjo un fenómeno similar en su país. La diferencia es que hoy todo sucede en vivo y en directo, en tiempo real, aterradoramente real.
Por desgracia, la ira de la gente también desató un vendaval de protestas violentas, agresiones, asaltos, saqueos y brutalidad dignas del lado más sombrío de los seres humanos. Y es que la estupidez de nuestra especie tampoco tiene límite, pues ante la violencia, la represión, la xenofobia y la muerte, la masa embrutecida reaccionó con más violencia, con nuevas muertes.
Estos días he recordado una vez más las palabras del genial escritor italiano Umberto Eco cuando dijo: “las redes sociales le han dado el derecho de hablar a legiones de idiotas…”. Sí, tal cual, legiones de idiotas que convirtieron la protesta pacífica contra la brutalidad policíaca en la oportunidad perfecta para delinquir; legiones de idiotas que convirtieron la discusión de este crimen en una lucha ideológica entre izquierda y derecha, entre capitalismo y socialismo; verdaderas multitudes de idiotas que ven este asesinato como un hecho aislado no relacionado con el color de la piel de la víctima.
En Estados Unidos, y en general en los países occidentales, el racismo es una cuestión cotidiana. Los negros son las primeras víctimas de xenofobia en estas naciones en la que se incluye también la nuestra. Los negros son el 12% de la población total en Estados Unidos, pero las muertes violentas de negros a manos de policías suman el 27% del total. En Brasil el 55% de la población es negra, y los negros suman el 75% de muertos a manos de la policía.
Ocho minutos y cuarenta y seis segundos es lo que le tomó a un asesino acabar con la vida de George Floyd, y tan solo una fracción de ese tiempo es lo que le toma a un idiota intentar ocultar la xenofobia detrás de ese crimen.