Leopoldo José, Cardenal Brenes, Arzobispo de Managua, ha llorado la salida del país de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, llegadas a Nicaragua durante el primer régimen sandinista, cuando el Señor (es un decir) Ortega era un soñador revolucionario y no, como ahora, un sinvergüenza institucionalizado. Los que no podrán salir del país son los cientos de jóvenes reprimidos a bala por su guardia pretoriana. Ellos descansan en paz.
¿Por qué se van las hermanas? Simple y llanamente porque las echan. Fue el pasado 29 de junio cundo la Asamblea Nacional canceló la personalidad jurídica de 101 ONGs, entre ellas la Congregación de la Madre Teresa. Dicen que las monjas han incumplido la Ley de Lavado de Activos, se han dedicado a financiar al terrorismo y han promovido la proliferación de armas de destrucción masiva. ¡Toma castaña! Yo creo que tenían que haberles dado una medalla por su gran fidelidad al carisma recibido y al espíritu de la Madre Teresa.
Las obras que las monjas sostenían en el país eran un centro de niñas abandonadas, una guardería en un barrio pobre y un ancianato de viejitos terminales. Las monjas, a pesar de financiar armas de destrucción masiva, hicieron su atillo y con lágrimas en los ojos salieron del país. Atrás quedaron niños y viejos dejados a su suerte. ¿Suerte? Ahorita serán atendidos por funcionarios del inefable Ortega, fundador del nuevo paraíso en la tierra y vivirán de maravilla.
Ética y democráticamente el régimen de Ortega es nefasto y esperpéntico, un estado fallido que solo ha creado pobreza, terror y emigración forzada. ¡Ay, Daniel, quién te viera y quién te ve! Algún día, cuando el buen Dios te llame (a ti y a tus asambleístas y a las nuevas élites que te sostienen) tendréis que dar cuenta de todo el mal que has hecho a tu propio pueblo. La muerte dura poco, pero lo suficiente para que te avergüences de ti mismo.
Me uno al llanto de Brenes: por los pobres, por Nicaragua y por las formidables hermanas que, para colmo, ejercen la Caridad.