Alienta comprender como un abogado de profesión y de una prolongada carrera académica como profesor y rector del Universidad Católica de Guayaquil, en el balance final de su vida, reciba reconocimientos a su excepcional gestión pública. Los tiempos para ascender a la Presidencia de la República fueron extremadamente delicados: consolidar la paz de Brasilia lograda con el Perú; ratificar la compleja decisión de la dolarización y quizás la fundamental, para la economía del país, la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados. ( OCP). Si se quiere sumar, hay que añadir la expedición de las polémicas leyes Trole 1 y 2 en función de la economía, en sus facetas pública y privada.
Lo extraño o particular, en su faceta personal, fue que en su gestión imprimió un sello propio de humor y una sonrisa que trasmitía algo de tranquilidad y sosiego a un pueblo siempre asustado por la represión o las carencias. Ese fue su original carisma político.
Gustavo Noboa Bejarano gobernó en una etapa de suma inestabilidad política en el país. Recibió el mando en situaciones extremas luego de un golpe de Estado que no quebró por completo el orden constitucional.
Heredaba sucesos tumultuosos de la historia inmediata que hacía prever un ejercicio presidencial inestable y destinado al fracaso. Abdalá Bucaram había sido despojado del poder por una insólita decisión del Parlamento; no fue reconocida la sucesión constitucional de la vicepresidenta Rosalía Arteaga y se eligió al presidente de congreso sin ningún sustento constitucional.
El paso por el poder de Gustavo Noboa Bejarano también generó una embestida del partido dominante – el social cristianismo – bajo su implacable líder. Eran circunstancias que se daba una presumible alineación colusoria entre el parlamento, Fiscalía General y la administración de justicia. Por eso, terminado su mandato fue acusado, juzgado y condenado hasta que, ante la represión legal permitió a la República Dominicana concederle el asilo político por evidenciarse un típico caso de persecución al exmandatario. Al final fue amnistiado por la Asamblea Nacional. Era un ciudadano que supo desempeñarse con altura y eficacia en la administración de la República, cuando así lo dispuso el orden sucesorio previsto en la Constitución.
Doctrinariamente siempre se lo identificó con la línea de la Democracia Cristiana y, solo al final, asumió posiciones de derecha extrema. Esa fue la evolución de su posición ideológica; se la respetó, y de la misma manera se la seguirá respetando.
En la despedida se puede afirmar que Gustavo Noboa sin programarlo siguió una senda de históricos encargados del poder como Carlos Julio Arosemena Tola y Clemente Yerovi Indaburu. Fue de aquellos mandatarios que hasta el final de sus días podía caminar libre por las calles de su país. Lo acompañaba un bastón como guardaespaldas.