La ubicación del centro político no existe por si misma; lo es, cuando los extremos lo necesitan. Para una mejor compresión debe apelarse a los conceptos de la escuela griega del eclecticismo. No se caracterizaba por sujetarse a posesiones rígidas de la ideología o en las creencias , sino en la posibilidad de que, en cada circunstancia, un centro hipotético ofrezca el equilibrio entre los extremos.
Un ejemplo importante en estos días es el ejercicio plebiscitario de Chile. Luego de las violentas y desbordadas manifestaciones por múltiples causas, que obligaron a la gran mayoría de los partidos a coincidir con el llamado del presidente Sebastián Piñera para llegar al acuerdo ”Por la Paz y una nueva Constitución”. Como anécdota, el único de los grandes partidos que no participó fue el Comunista, repitiendo la misma decisión de la vez cuando la mayoría de los movimientos se unieron por el No en el plebiscito que derrotó a Pinochet y marcó el retorno a la democracia . En 2020 el 75 % del pueblo Chile voto por el “apruebo “ . La pregunta es clara. ¿Cual es pueblo de Chile? ¿el que destruye todo, incluido templos, o la mayoría abrumadora que vota por una nueva constitución? Solo los extremismos de derecha e izquierda sollozan porque no llegó el fin de los tiempos.
Sebastián Piñera es un empresario, de gran fortuna, llegó representando a la derecha. Sin embargo , su gobierno es de un típico centro político. Ha sido reelecto y en su gobierno se sustituirá la constitución pinochetista de 1980.
Este ejemplo -no receta-, es oportuno para el Ecuador. En este escenario, salvo el pacto de no agresión del PSC con Creo -que cada vez parece más una cabriola que a un compromiso serio- todas las opciones del próximo gobierno se sostendrán en las virtudes del candidato triunfador que conducirá al país.Por eso, la inestabilidad política e institucional que se avecina solo podrá ser controlada- en un estado derecho- por un acuerdo mínimo de gobernabilidad a partir del 25 de mayo del 2021. Un compromiso público que por lo menos dure un año. La farsa de las elecciones primarias, la fragmentación de partidos y movimientos en mutación hacia un río de pirañas que es la vorágine de un apocalipsis certificado en términos religiosos y en lenguaje político: golpe de Estado y dictadura.
Ojalá la suerte de los pueblos bolivianos y chilenos se pueda se repita. Que se imponga la voluntad popular por encima del ego de los candidatos y la presunta voracidad de los asesores.
En estas condiciones, se puede admitir la hipótesis de que cuando surge el populismo es por la imposibilidad de lograr un centro político y por ende un equilibro en el ejercicio republicano aceptable y productivo. Esto significa, admitir con humildad que en democracia nadie tiene la verdad ni la bola del futuro. Mucho menos, si solo se dispone de una tarima, un micrófono y un espejo. Nada más o nunca más, como dijo el cuervo de Poe.