Elecciones, santo remedio
Los abuelos llamaban santo remedio a las soluciones porque creían en Dios, en los santos, en la magia y, los más modernos, en la ciencia. Habían llegado a un acuerdo que les permitía vivir tranquilos, las cosas que no sabían compensaban con creencias. Actualmente estamos perplejos, confundidos, porque ni sabemos ni creemos. No me refiero solo a nosotros sino a toda la humanidad. Los gobiernos del mundo dan palos de ciego con la pandemia, ni hay vacunas ni sirven los confinamientos ni se detiene la crisis económica.
Sin embargo, según los políticos todo va bien. La campaña electoral ha sido santo remedio. Todos los candidatos ofrecen soluciones mágicas y las ofrecen con una convicción que conmueve. Ninguno añadirá impuestos, todos combatirán la corrupción y todos aborrecen al Fondo Monetario Internacional. El acuerdo firmado por este Gobierno es poco menos que una traición y está asegurado su incumplimiento. Gane quien gane, nadie se hará cargo de los compromisos asumidos aunque la plata ya llegó y este Gobierno tiene el oficio de cajera: pagar los atrasos a los desesperados funcionarios, a los quebrados proveedores, a los traicionados jubilados. Estamos viviendo el chiste de la lotería, ¿recuerdan? ¡Me gané el gordo de la lotería! Dice exultante a sus amigos el suertudo. ¿y qué vas a hacer con la plata?, le preguntan. Pagar las deudas responde. ¿Y el resto? El resto que esperen.
Para los candidatos de izquierda, el FMI es el cuco con que amenazan a sus creyentes; es el enemigo que justifica cualquier sacrificio; es el culpable de todos los errores. Toda la feligresía de izquierda, que se quedó en la adolescencia revolucionaria, cree que las decisiones negativas y equivocadas de los gobiernos han sido imposición del FMI; ya encontrarán el modo de endosarle la pandemia.
Para los candidatos de derecha el FMI era el mal necesario, el último recurso, un organismo exagerado pero inevitable. Eso era antes, ahora los candidatos de derecha critican más que los de izquierda al chulquero internacional y le anticipan que ellos no se han comprometido a nada. Y su lógica sería razonable si fuese verdad que saben cómo sacar al país de la crisis en la que le han hundido, sin necesidad del FMI, sin crear un solo impuesto, sin afectar a la dolarización y bajando las tasas de interés, haciendo competitivas las exportaciones, trayendo dinero de inversionistas extranjeros. Uno de los candidatos ya tiene el plan para los primeros cien minutos.
¿Cómo pensará el Gobierno persuadir al FMI de que le entregue el resto de los 4.000 millones? ¿Cómo le convencerá de que el próximo gobierno cumplirá las condiciones acordadas? Parece imposible, a menos que el Fondo, el Gobierno y los candidatos sepan que no importa lo que digan ni lo que crean ni lo que quieran sino lo que harán. Tendremos una campaña en contra del FMI y luego con el próximo gobierno, igual que con este, vendrá el FMI y santo remedio.