La cantaleta del cura elevado al altar del despropósito nacional agotó su cuerda. En realidad no sabemos si opera como muñeco de ventrílocuo pero lo parece. En todo caso no va más.
Su puesta en escena, su histrionismo, su tonito de sermón autoritario y barato se comió en poco tiempo prestigio que le quedaba a la institución que preside.
Sobre todo el contraste con la figura de un patriota de intachables pergaminos cívicos como Julio César Trujillo es un dato que extrema lo esperpéntico de la situación.
Puestos a opinar sin afán de imponer criterios advertimos desde esta misma tribuna y otros espacios sobre los riesgos de un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social de elección Popular.
La campaña fue un desastre ya que violentando la ley algunos de los candidatos fueron auspiciados abiertamente por el correísmo. Justamente el líder populista que copó el control del Consejo en su tiempo y destruyó el concepto de ciudadanía en el Cpccs, jugó sus cartas y puso sobre la mesa sus comodines. Luego, una mayoría de consejeros designaron al cura a la presidencia del organismo sin contar que otros de sus colegas habían tenido en las urnas más votos. No importaba, la idea era poner palos en la ruedas de la institucionalidad re convertida por el Consejo transitorio.
Así llegó al poder, desde el púlpito a las urnas y desde allí, al organismo. Enseguida hizo gala de su ‘jerarquía’ y sus travesuras empezaron a salir a la luz pública.
Los desafueros llegaron el seguidilla. Desbarros en declaraciones, arrogancia, el desafío a la Asamblea Nacional bendición incluida. Parece que la nueva mayoría del Cpccs, Dios sabe con que ‘guía espiritual’ y desde dónde, no se dio el tiempo de leer su propio reglamento.
La pretensión de observar la decisión de la Corte Constitucional que protege lo actuado por el Consejo de Participación transitorio se llevó ese exceso al abismo.
Un pedido de disculpa y hasta el arbitrario intento de eliminar el acta colmaron la escena y precipitaron los hechos.
Ahora el sacerdote en receso ( ¿no debió ser excluido de su ministerio eclesiástico?) afrontará un juicio político planteado por el legislador Fabricio Villamar. Los asambleístas Jeannine Cruz y Raúl Tello sumaron a la petición de la interpelación a Tuárez las de los miembros de la mayoría que le secundaron en sus desvaríos.
La aguda jugada de interponer un recursos constitucional le salió mal y el juicio político parece inevitable. Los personajes públicos deben asumir sus consecuencias.
Por cierto y para que nadie se equivoque. Tuárez no representa ninguna función del Estado. El Cpccs es miembro de la Función de Transparencia, lo que es muy distinto.
Ya se piden a la Corte Constitucional caminos para enmendar la Constitución y acotar las funciones del Cpccs y hasta la posible consulta para darle a las atribuciones del Consejo el perfil que se merece y no se repitan ni los alzamanos de un poder autoritario o este predicador de barricada.