¿Hasta cuándo Ecuador? ¿Hasta cuándo tiene sentido soportar los escándalos, las mafias, los robos, la corrupción? Está bien ser patriota. Genial ponerse la camiseta y lucharle. Pero, ¿sin límite? ¿A costa de la propia vida? ¿Sacrificando el bienestar propio y de la familia?
Y, no se me malentienda, yo – con mi romanticismo – valoro a quienes “¡dan la viiida por la paaatria!” (léase con el énfasis de los discursos epopéyicos). Pero, ¿si se trata de esfuerzos totalmente fútiles? Si las causas por las que se da la vida están tan desconectadas de la realidad, ¿no es eso una locura boba? ¿Una falta de entendimiento del medio? Aquí, ya no habría mucho que admirar.
Si usted, lector, fuera venezolano, ¿hasta cuándo hubiera soportado? Nadie está obligado a vivir en Ecuador. ¿Cómo medirlo entonces? ¿Cómo saber cuándo ya está el país podrido? Yo tengo un criterio para ello.
La democracia no es más que el sistema de convivencia entre extraños, todos libres e iguales. Y, cada persona debe aportar al bien común. De lo contrario, la vida en esta comunidad de extraños sería inviable. Muy simple; ¡pues ese es el criterio! La voluntad – o no – de los ecuatorianos de tener un proyecto de vida en común. Si la mayoría de la gente desprecia la comunidad, si se acepta un sistema donde “el hombre es un lobo para el hombre”, si ese es el modo de vida que los ecuatorianos eligen, si en eso deviene la cultura ecuatoriana, pues ¿qué hace uno aquí? Yo me despierto, batallo contra la corrupción, apoyo a fundaciones que buscan el bien común, porque creo en esta sociedad. Pero, ¿y si quienes creemos nos volvemos una pequeña minoría?
Por eso tengo la convicción que estas elecciones son las más importantes de este periodo de democracia ecuatoriana. El Ecuador va a pronunciarse si está de acuerdo con un aparato mafioso – abierta y caricaturescamente mafioso – o si es un país que busca un orden ético. “Vota por nosotros y te daremos plata”, ¿hay algo más descarado que eso? Votar a cambio de un pago es abierta y altisonantemente pasar de lo que significa la vida en común. ¿Y con esas personas tengo yo que convivir?
Los escándalos de estos días son atroces. Por un lado, el sicariato y una víctima que advirtió en redes que se le estaba amenazando por denunciar corrupción. Por otro, el reparto de vacunas y ecuatorianos que pregonan en redes sociales versiones de: “Si fuera mi mamá yo también lo haría.” Esta actualidad no refleja precisamente un éxito en nuestro proyecto de vivir juntos.
Pero los procesos electivos son precisamente los momentos donde más claramente la sociedad expresa sus preferencias. Poco importa mi ateísmo, estoy prendiendo velas, cruzando dedos – y las cábalas que se me presenten – para que la gente de este país no me demuestre que aquí soy un extranjero.