Para los ecuatorianos es muy fácil comprender el alzamiento del hermano pueblo nicaragüense contra el presidente Daniel Ortega, acusado por dirigir un gobierno ilegítimo, sostenido por maniobras inconstitucionales que le dieron la reelección indefinida. Gobierno rechazado por controlar la justicia, copar los poderes del Estado y fomentar el clientelismo; denunciado por reeditar una dinastía familiar y ostentar una riqueza nacida de una corrupción insaciable.
Octavio Enríquez en reportaje del diario nicaragüense La Prensa el 11 de abril del 2016, citando al ex ministro de educación (1979-1984), Carlos Tünnermann, de la naciente revolución sandinista, señala refiriéndose a Ortega: “La apariencia es que tiene una fortuna que no podemos cuantificar”… “Hay un cambio notable en cuanto a la magnitud de la corrupción, lo que los Somoza se robaron en cuarenta años, la actual camarilla ha logrado apropiarse de cantidades mucho mayores en menos tiempo”. Y continúa Enríquez, citando al Contralor: “USD 3 426 millones el monto de la cooperación venezolana, entre 2007 y primer semestre de 2015, según el informe de cooperación externa del Banco Central, los cuales fueron privatizados por la familia presidencial y con el beneplácito del donante”.
Esto ha topado techo. La gente se cansó. Piden la salida de Ortega. Pero este ha replicado con una represión feroz. Más de treinta manifestantes y un periodista asesinados hasta ahora. Pero el alzamiento es cada vez más grande. Se ha tomado todas las ciudades de Nicaragua.
Si sigue así, Ortega sería expulsado del gobierno, y podría parar en los juzgados o en la cárcel, como sus colegas ex presidentes de América Latina, de la corriente “Socialismo del Siglo XXI”, Lula, Kirchner o Correa.
De redentores del pueblo, estos líderes van quedando, según el periodista argentino Jorge Lanata, como jefes de verdaderas bandas delincuenciales, que asaltaron los fondos públicos, en referencia a los Kirchner. Juicio que suscribe César Montúfar para el Ecuador, por lo que ha planteado una acción penal por asociación ilícita contra ex presidente Correa.
Por sobre Lula, el caso más emblemático es el de Ortega. De comandante de una de las revoluciones armadas latinoamericanas más inspiradoras, alegres y poéticas, contra una dinastía autoritaria y corrupta, termina carcomido por el poder, como déspota, ladrón y acosador sexual, queriendo levantar una nueva dinastía. Trágica experiencia histórica de nuestros pueblos mesiánicos y de nuestros intelectuales dogmáticos, que como en el caso de Brasil, siguen respaldando al caudillo preso por corrupto.
Frente a esto, algo tendrá que hacer la educación a través de la escuela, la familia y los medios. Mientras tanto, algo deberá decir la Cancillería respecto de Nicaragua.