La relación entre el humor y la política no es en absoluto algo nuevo. Hay una larga historia que las enhebra a lo largo de diversos contextos y latitudes, que van desde los tradicionales periódicos, las revistas, programas de radio y televisión, hasta las más modernas obras de stand-up y el mundo de las redes sociales.
Hoy en día afortunadamente abundan los formatos con los que se puede innovar y hacer humor político, y en donde la creatividad y el ingenio acompañan poderosos mensajes “políticos”. La posibilidad de practicar humor político está íntimamente ligada a la libertad de expresión, y en este sentido, es saludable que exista.
Si bien es indudable que al humor le sienta bien la crítica al poder, no es menos cierto que cuando la política apela al humor, se acerca de algún modo a la ciudadanía, por eso a veces es utilizado como una táctica política para simplificar argumentos y colarse así en las discusiones más cotidianas.
La apelación al humor es cada vez más una de las modalidades de la comunicación política en su búsqueda de nuevas tácticas para llegar al electorado. Una puerta que merece al menos ser tenida en cuenta. Y es que el humor se caracteriza por su capacidad de distensión, de ablandar posiciones. Y en política, cuando uno trata de acercarse a la ciudadanía y sumar miradas, el “chiste” puede ser el puente ideal, una forma de contagio y apelación emotiva que no por desembocar en una carcajada, significa que sea una manifestación desideologizada o vacía de contenido.
De hecho, el humor político puede ser profundamente ideológico y partidario como no serlo. Sin embargo, no todo humor es contestatario ni exclusivo de la oposición a los poderes establecidos como uno rápidamente pudiera verse tentado a pensar. El sarcasmo o la ironía, utilizados en su justa medida, pueden ser aliados en discursos que pretenden confrontar, aún los de los gobernantes, aunque el riesgo de aparentar soberbia es alto, y esta es una lección de la que los líderes del siglo XXI parecen estar tomando nota.
¿Qué se busca en el humor político? Lo mismo que buscamos en el humor, reírnos y, al mismo tiempo, transgredir. ¿Qué buscan los políticos en el humor? Ser más populares y más accesibles a la ciudadanía, generar empatía y simpatía a la vez.
El sentido del humor no sólo puede generar empatía, sino que puede demostrar inteligencia y flexibilidad sin recurrir a discursos solemnes. La estructura del discurso político puede ser en muchas ocasiones, un tanto rígida, llena de datos no siempre comprensibles; en cambio el humor puede actuar descontracturando y haciéndolos más accesibles.
Por ello poseer sentido del humor es una cualidad positiva, incluso en quienes tienen grandes responsabilidades institucionales en el manejo de la “cosa pública”.