Como opinó Le Monde, es necesario luchar contra la ignorancia, la intolerancia, el oscurantismo y mantenernos fieles al principio esencial de que la libertad de prensa no se negocia.
Los sospechosos son dos ciudadanos franceses de ascendencia argelina, uno de 32 años y el otro de 34. El motivo de su acción habría sido vengar al Profeta, quien, consideraban, habría sido ofendido por el irreverente humor del semanario. Uno de los sospechosos fue arrestado en el 2005, acusado de pertenecer a un grupo yihadista que reclutaba voluntarios que luego viajaban al Oriente Medio con el fin de participar en la guerra civil en Iraq.
Lo sucedido es una instancia extrema de agresión contra un medio de prensa o personas en Occidente que critican aspectos del islam.
Este camino tiene antecedentes y comenzó en 1989, cuando el ayatolá Jomeini, líder espiritual de Irán, emitió un decreto religioso reclamando la ejecución allí donde se le encuentre del escritor Salman Rushdie, autor de ‘Los Versos Satánicos’, por haber cometido una blasfemia contra el islam.
Desde entonces, el autor indio-británico ha vivido a escondidas y protegido por la Policía. Han habido otras instancias de publicaciones en medios de prensa que, de una forma u otra, despertaron una reacción violenta en parte del mundo islámico. El semanario ya había sido atacado con bombas incendiarias en noviembre del 2011.
La intolerancia religiosa, parte del género más amplio de la intolerancia en todas sus formas, es un mal que persiste con singular énfasis aun en países europeos (basta pensar en los enfrentamientos, hasta hace poco tiempo, entre católicos y protestantes, en Irlanda del Norte, o en los conflictos que acompañaron la disolución de Yugoslavia) y en otros lugares del mundo.
Debemos recordar que la mayoría de las víctimas de la intolerancia en los países islámicos se encuentra entre los propios habitantes de esos países.
Así sucede con las persecuciones y masacres que comete el ISIS en Iraq, contra chiitas, yazidíes, kurdos y cristianos. También es cierto que dentro de las naciones islámicas se realizan esfuerzos para construir puentes con las demás comunidades religiosas.
No es aceptable el relativismo moral, por el cual aceptamos, o toleramos en silencio, las atrocidades cometidas en regiones distantes porque, opinan algunos, son el producto de otras culturas o circunstancias históricas diferentes.
Como si la situación de la mujer, por ejemplo, deba aceptarse como una simple expresión (libre) de una manera de pensar distinta.
Lo que acaba de suceder en la capital francesa, uno de los centros de nuestra cultura occidental, demuestra que en nuestro mundo globalizado aquellas distancias no existen y que el terrorismo es una amenaza para todos.
El terrorismo es un medio que puede ser esgrimido al servicio de las causas más diferentes. El terrorista utiliza en forma fría y racional la violencia extrema e indiscriminada para imponer su voluntad sobre la mayoría de la sociedad.
El País, Uruguay, GDA