Cuando en el referendo de principios de septiembre, el 62 por ciento de los votantes chilenos repudió el proyecto de nueva constitución redactado por una asamblea constituyente de mayorÃa izquierdista y novelera, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, tuvo la tonterÃa de decir que la mayorÃa de los chilenos sigue siendo pinochetista. No solamente porque un jefe de Estado no puede intervenir tan burdamente en asuntos internos de otro paÃs, sino porque la realidad es distinta.
En efecto, la constitución de 1980 aprobada por la mayorÃa de los chilenos, si bien fue inspirada por Pinochet, ha sido reformada 31 veces durante los gobiernos civiles socialistas y demócrata cristianos, que se han sucedido en los últimos 40 años. Pero para la campaña polÃtica vendÃa sostener que se trata de tirar abajo los rezagos de la dictadura. En todo caso, el proyecto rechazado tiene 499 artÃculos (la Constitución de Montecristi 444 artÃculos) y la actual de Chile 143 artÃculos. Se trata de un armatoste redundante y reglamentario semejante al que padece Ecuador.
El proyecto rechazado fue elaborado por una mayorÃa de admiradores del Socialismo del siglo XXI, que ha sido un azote en Ecuador, Argentina, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. El denominador común de esos gobiernos ha sido lucrar de los fondos públicos y permanecer indefinidamente en el poder. Ecuador se salvó de que continúe Correa o sus tÃteres luego de la década perdida, por la intervención de Santa Mariana de Jesús que insufló inteligencia y voluntad al presidente Lenin Moreno para sacudirse de la tutela de su antiguo jefe. Pero los pueblos no pueden depender de milagros, sino de su voto para elegir a sus mandatarios.
Escrito este comentario, se conoce que, contra todo pronóstico, Lula no obtuvo más del 50% de los votos para ser elegido en primera vuelta. ¿El pueblo brasileño reaccionó contra la corrupción de Odebrecht y su gestor polÃtico?