Más que un control severo sobre los vehículos particulares que invaden y utilizan el carril exclusivo del sistema de transporte conocido como trole, es un asunto de conciencia, de educación, de que conozcamos nuestros límites sobre el espacio público y que respetemos las normas establecidas. Nos guste o no nos guste.
Para nadie es desconocido que el transporte, público o privado, está colapsado porque la capital resultó pequeña por varias razones que van mucho más allá del crecimiento demográfico.
Todos sabemos que el exceso de vehículos en circulación genera un aumento del tiempo que todos usamos para dirigirnos de un punto a otro de la ciudad. También se sabe que somos cómodos y dependientes exagerados del carro.
¿Quién no sabe que desde que se estableció la modalidad de “pico y placa” algunos se compraron un vehículo con un dígito diferente para garantizar el transporte privado cómodo todos los días de la semana? El que hizo eso seguramente no pensó que a otros se les ocurrió hacer lo mismo y ahora sufre las consecuencias de que por muchos carros que posea nada le va a garantizar llegar a su destino en el mismo tiempo que lo hacía antes.
Algunos, a los que les importa un rábano si violan o no una disposición, no se hacen problema y en vez de salir más temprano para llegar a tiempo, se meten a la vía exclusiva del trole.
A propósito de la emergencia municipal por el deterioro del transporte público, el alcalde Mauricio Rodas anunció más rigurosidad en el control para impedir que los vehículos particulares transiten por esa vía. Al anuncio acompañó su ofrecimiento, tal vez a modo de ejemplo, de tampoco usar el carril exclusivo.
Aparte de los pesados vehículos que transportan pasajeros, están autorizados a transitar por esa vía las ambulancias y todo vehículo de emergencia, como por ejemplo los carros de los bomberos y el Presidente de la República. Esto significa que no pueden usar esa vía los ministros, tampoco los asambleístas. Este es un principio básico de igualdad que el poder político debería tener siempre en cuenta.
Hace algunos meses vi la foto de un Ministro socialista de Francia que se transportaba en el Metro de París. Si los socialistas franceses lo hacen, ¿por qué no lo pueden hacer nuestros ministros, nuestros asambleístas, nuestros concejales? No le tengan miedo al transporte público, es una buena experiencia subirse a un bus o al trole; allí tienen la posibilidad de conocer un mundo mucho más real; pueden escuchar las expresiones de la gente.
Como algunos ministros y asambleístas no son muy conocidos, nadie se dará cuenta de su presencia. Atrévanse señores, dejen la comodidad de transportarse en vehículos del Estado y con escolta, no le tengan miedo al pueblo que viaja en bus, en su mayoría es gente buena que lucha a diario por el progreso personal y el de su familia.