A mis hijas, a las suyas: Les cuento que conocí el caso de doña Cecilia y se me arrugó el alma. Ella busca, como muchas otras madres, el cuerpo de su hija en el desierto mexicano de Sonora. Escarba y hace hoyos en esa tierra resquebrajada y seca, tal como está su vida.
Su hija Norma de 20 años desapareció en 2018, cuando salió a una entrevista de trabajo. Por investigaciones propias y de la policía y llamadas y notas anónimas, sabe que está muerta. Cecilia busca sus restos en diferentes puntos del desierto, en fosas clandestinas y en cementerios donde se depositan cuerpos “NN”. No ha encontrado a su pequeña, pero mantiene la esperanza. Algunas de sus colegas de lucha hallaron ya los huesos de sus hijos e hijas.
La violencia es lejana hasta que nos toca. A Norma le tocó. Si a ustedes les pasara algo, hijas, su mamá y yo también escarbaríamos en el desierto, llevaríamos una camiseta con su foto y nombre, gritaríamos al gobierno por su ineptitud e indolencia, denunciaríamos en la ONU la injusticia. Haríamos todo eso y más. Nuestra vida estaría destrozada por su ausencia.
Deben saber que hay 100 000 personas desaparecidas en México, este bello país donde nacieron. Casi todas se perdieron desde 1996. Y muchas en los últimos tres años de la gestión de Andrés López Obrador, que ha sido un presidente inepto e indolente. Por eso, ahora hay más y más familias que se organizan y que solas, sin apoyo oficial, buscan a sus desaparecidos.
Sí, es cierto que este drama afecta sobre todo a las zonas de frontera con Estados Unidos y otras donde el narcotráfico manda, pero no podemos pretender que no pasa nada. Nos indigna y decimos basta.
Hijas, no vamos a sumirnos en el miedo y la desesperanza. México es un país genial donde la mayoría de su gente es buena.
Sus papás luchan para que ustedes jamás sean una Norma. No queremos ser los papás de una Norma. Somos solidarios con Cecilia, su madre, y las víctimas de la violencia e impunidad. Lo denunciamos, el silencio sería cómplice.