Se le atribuye al ex presidente de la República Carlos Julio Arosemena Monroy la frase de que “En Ecuador, si me dicen que un burro vuela yo me acerco a la ventana.” La expresión, por supuesto, no es textual ni es seguro siquiera que haya sido pronunciada por el cáustico Arosemena. Pero el tema de la columna de hoy tiene que ver mucho con el significado mismo de los potenciales burros voladores. Es que vivimos en los tiempos, y en el lugar exacto, en que todo es posible. En que lo inverosímil merece credibilidad, en que lo imposible amerita certeza.
Nos acercamos con vértigo y embale a un nuevo año electoral: empieza rápidamente el encerado y la adecuada preparación de las tablas, el desempolvado de los telones y el reparto de los papeles y guiones. Chisporrotean y brillan las candilejas. La orquesta, mientras tanto, afina sus instrumentos y termina las pruebas de sonido. Todo está en regla – o por lo menos, así parece- para una nueva entrega del espectáculo de siempre, al que modorrosamente nos hemos acostumbrado, al que ya forma rutinaria parte de nuestras vidas. Las elecciones requieren una perfectamente montada obra de teatro para alcanzar el efecto deseado, es decir atenazar todo el poder todo el tiempo y sin que haya competidores o cuestionamientos. O como se decía en España en las épocas de la Transición, dejar todo atado y bien atado.
Así que no se dejen sorprender por nada del mundo. No se extrañen si alguien solicita oficialmente la exhumación de los restos mortales de Eugenio Espejo, bestia salvaje en estado puro, con el objeto de someterlo a interrogatorios y finalmente ordenar su prisión preventiva para fines de investigación o, mejor todavía, por desacato e improperios contra la autoridad legítimamente constituida. No se extrañen si también se pide la extradición, desde Montecristi, de Eloy Alfaro con el fin de candidatizarlo al Premio Nobel de la Paz, in artículo mortis. Que no les cause sorpresa si a alguna comisión, a algún colectivo o a alguna entidad pública se le mete entre ceja y ceja recoger firmas o hacer una encuesta para resucitar a Gabriel García Moreno y hacerle decir que Faustino Rayo era banquero y periodista, que la revolución avanza y se radicaliza. Si los burros vuelan, pues que las momias hablen. Acérquense a la ventana, Ecuador ama la vida.
Esperen todo lo inverosímil y lo impensado, acostúmbrense a la zozobra y al exceso, a lo aparatoso y a lo histriónico, hagan lugar para lo fuera de lo común y para lo espectacular durante los próximos d12 meses, por lo menos. Es que hay que ganar las elecciones cueste lo que cueste y pase lo que pase. La democracia está en las urnas y en nada más.