El 4 de abril, el presidente de China -nuestro conocido Xi Jinping- se encontraba en la millonaria mansión, en Florida, del presidente de los Estados Unidos, sirviéndose una cena, cuando a la hora del postre -una rica torta de chocolate- míster Donald Trump dijo a su invitado: “estimado Xi, tengo algo muy importante que contarle” y lo que dijo sorprendió totalmente al chino.
El relato fue que dos buques de guerra estadounidenses lanzaron 59 poderosos misiles contra una base naval siria, causando decenas de muertes. El motivo: desde esa base lanzaron un ataque con armas químicas, provocando muchas bajas a una base rebelde siria.
El presidente chino se quedó sin habla mientras míster Trump fustigaba duramente al presidente sirio Bashar al Assad, tildándole de criminal que en seis años de guerra civil ha ocasionado cientos de miles de bajas y millones de emigrantes.
Los países europeos felicitaron a Trump porque sufren las consecuencias de la emigración siria. Pero el presidente de un país clave, Vladimir Putin, de Rusia, protestó. Él tiene varios motivos de amistad, incluyendo la venta de armas, con Bashar, quien preside a Siria 17 años.
Trump, que gobierna 100 días, inició con ese ataque un período de acción militar que comenzó con el incremento de 50 mil millones de dólares en el presupuesto anual de las Fuerzas Armadas y con las acciones militares contra frentes negativos o peligrosos para su país y el mundo.
Una tarea con aspectos positivos, como las ofensivas contra terroristas, pero también peligrosos.
La siguiente acción fue la presencia de un poderoso portaviones estadounidense y varios submarinos ultramodernos en las cercanías de Corea del Norte, un país que está cumpliendo 105 años, atrasado y pobre pero temible por su dedicación a las armas atómicas.
En USA hubo tensión. Un ataque a semejante enemigo puede determinar una respuesta brutal. Por cierto mister Trump no pasó de las amenazas.
Gringolandia no quiere esas guerras. La China del presidente Xi Jinping también advirtió a su nuevo amigo Trump que no se meta en movidas peligrosas contra los locos norcoreanos.
El amigo Trump no se quedó ahí. El jueves 13, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos lanzó en Afganistán una tremebunda bomba, la más grande no nuclear. Se la identifica como GPU 13, pesa 10 toneladas y su construcción cuesta más de 10 millones de dólares.
El objetivo, al parecer, fue mostrar el poderío gringo y asustar a los terroristas de esa región. La explosión dejó unos 100 muertos, buena parte de ellos del temido Estado Islámico.
La gigante bomba, por primera vez usada, se llama en Estados Unidos “la madre de todas las bombas” pero el presidente Putin salió a decir que Rusia tiene “el padre de todas las bombas”.