Generalmente paso por alto la mayoría de mensajes que recibo en los “WhatsApp”. Los que se refieren a la santidad, las oraciones por los abuelitos, los dibujitos de ángeles y las cadenas de la suerte o de plegarias me producen pánico. Además me parece que tienen “pava” o traen mala suerte…
Aprovecho para decirles a mis contactos, si leen esta columna, que no me los envíen más. No los leo. Repito que les tengo fobia.
No necesito angelitos redondos ni virgencitas mirando las nubes, ni sagrados corazones lanzando rayitos de luz, ni oraciones para curar el cáncer, eliminar la pobreza, llenar la casa de felicidad…
Si no tienen nada que decirme, no me escriban. ¡Los sigo queriendo!
Me aparté del tema. Sí me encantó uno y me llegó al alma. Se supone que lo escribe una mujer con comienzos de Alzheimer… Y lo quiero compartir, porque es un llamado de amor:
-“…Si alguna vez olvido quién soy… Ven y llévame al mar para que me funda en su azul…Dile a la luna llena que necesito verla… Y a las estrellas que vigilen que no me apague….
Recuérdame cada intento… Para que recuerde que fui capaz… Enséñame montañas, sonrisas y nubes… Y dime que me esperan…Tararéame bajito y balancea mi cintura para que la música regrese a mi cuerpo…
Susúrrame un te quiero para que mi corazón recuerde lo que es latir… Dime que los sueños son más reales que la realidad y que me esperas allí para demostrármelo…
Tráeme lluvias y tormentas para poder resguardarme en casa… inventa fantasmas y fantasías que hagan temblar mi piel… Abre puertas que resuciten mi alma y me devuelvan la fe.
Átame a tu brazo y no me dejes escapar… Mírame a los ojos para que los tuyos griten mi nombre y me reconozca de nuevo… Y hazme saber que el amanecer no amanece sin mi despertar.
Si alguna vez olvido quién soy… Por favor… no lo olvides tú”.
No sé quién lo escribió. Pero quiero dedicárselo a todas aquellas personas que quiero y he visto cómo se van desapareciendo sus recuerdos… Cómo sus miradas no responden a las mías…
Decirles que siguen en mi vida, en mi corazón y mientras yo recuerde, jamás las olvidaré.
PD. Qué triste es visitar una residencia de ancianos, muchos de ellos olvidados por todos… Cuando eso sucede, pienso que lo que han perdido la memoria y el corazón son sus familiares… que los relegaron y sacaron de sus vidas…
Los invito a tomarlos de la mano y darles su dosis de amor… Ellos, a lo mejor, dentro del misterio del cerebro y del alma nos recuerdan, por qué no…