La revista inglesa Sight and Sound y la estadounidense Variety acaban de publicar la lista de las cien mejores películas de todos los tiempos. No entraré al detalle, solo quisiera subrayar, en los dos casos, el predominio absoluto del cine en lengua inglesa, las escasas inclusiones de películas de países europeos y asiáticos, y la mínima de películas de habla hispana.
A propósito de esta información, comparto con mis amables lectores la siguiente experiencia: en 1995, al cumplirse los cien años de la aparición del cine, la revista DINERS nos pidió a varios de sus colaboradores que elaboráramos una lista de diez filmes “inolvidables”. Grave compromiso que acepté pensando que era la oportunidad para repasar la riquísima historia de lo que llamábamos entonces el séptimo arte.
Con largas cavilaciones y dudas, integré mi lista de la siguiente manera: “La quimera del oro” (Chaplin), “Ladrón de bicicletas” (De Sica), “El tercer hombre” (C. Reed), “Rashomon” (Kurosawa), “La Puerta de Lilas” (R. Clair), “Al este del Edén” (E. Kazan), “Ocho y medio” (Fellini), “Cuatrocientos golpes” (Truffaut), “Psicosis” (Hitchcock), “2001 Odisea del espacio” (Kubrick).
27 años después considero que las películas que escogí entonces siguen siendo inolvidables; pero quise cotejar mi lista con la de Variety. Encontré los siguientes resultados: la película de Vittorio de Sica ocupa el puesto 67; la de Fellini, el puesto 33; la de Truffaut, el 26; la de Kubrick, el puesto 7; y para mi sorpresa, “Psicosis” es, para Variety, la número uno en la historia del cine. Las demás no constan, aunque “Luces de la ciudad”, de Chaplin, se encuentra en el puesto 28.
El debate sobre las “mejores” películas es interminable, pero aprovecho este espacio para manifestar mi preocupación por lo que ocurre en estos mismos días. Me pregunto a dónde va el cine con la eliminación de las antiguas salas, muchas de ellas con una historia propia (por ejemplo, el Teatro Bolívar de Quito), su reemplazo por locales pequeños, y lo que es más: la utilización de plataformas que permiten prescindir de cualquier sala. El carácter social del cine va desapareciendo para convertirse en un entretenimiento privado.