jguarderas@elcomercio.org
¿Cómo se define la maldad? Explicarlo en términos de imágenes ayuda; por eso ha pervivido durante tanto tiempo el símbolo del yin-yang, que se estima apareció en el II AC. Pero no define – en prosa – qué es el mal.
Es un tema que me apasiona; yo quiero ser bueno, y – para saberme así – necesito entender que mis acciones no son tendentes a la maldad. Necesito una definición, así de simple. Y, no es nada fácil encontrar un concepto satisfactorio.
Los primeros cánones que solemos conocer son los religiosos, empezando por la historia de la serpiente del jardín de las delicias. Se trata de una metáfora simplísima. Hay el Árbol del Conocimiento y Eva considera comer su fruto (nunca se menciona una manzana). La serpiente no la seduce, no la coquetea, la convence con una frase. “(Si comes el fruto del conocimiento) serás como Dios, al ser capaz de distinguir el bien y el mal.” Entenderán que lejos de apartarme del conocimiento, esa oración me ha convencido – tal vez más que a Eva – y me ha empujado a comer toda esa fruta como me sea posible (incluso me tatué la frase, en la costilla, por supuesto).
Pero bueno, tomando en cuenta los matices de las diferentes religiones, estas por lo general se reconducen a fórmulas donde el mal sería evitar valores como la compasión, la solidaridad, o el cuidado de los demás. ¿Pero es coherente – en cambio – idear castigos que hacen justo eso, durante toda la eternidad? ¿Y, en caso de legítima defensa? ¿Y si los otros son infieles, u homosexuales?
La falta de convencimiento me movió a seguir buscando. Sin que se aleje totalmente de la perspectiva religiosa, encontré brillante la definición del demonio Mefistófeles del Fausto de Goethe. Dios encarna el bien, y ello se refleja en su mayor obra, la creación. El mal consiste entonces en la oposición a la mayor obra de Dios, ergo su naturaleza es destructiva. Todo lo que en esencia sea contrario a la creación es malo.
No quedé satisfecho. Pero llegó el Marqués de Sade, dándome el concepto que buscaba. Paréntesis, es necesario distinguir el sadismo del masoquismo. Este último tiene su origen en otro escritor, Von Sacher-Masoch, autor de “La Venus de las Pieles.” El masoquismo consiste en el disfrute sexual a partir de la humillación o el dolor, pero con un componente esencial, la voluntad de los intervinientes.
Si quitamos el aspecto volitivo, terminamos con una situación en donde un individuo somete a otros a dolores y torturas en aras de su propio placer. Voilá el sadismo, la verdadera definición del mal. Consiste en que un humano considera como objetos a todo lo que le rodea, incluyendo los otros individuos. No importa que sean cognitivos o tengan sentimientos, son meros y simples objetos, susceptibles a ser torcidos y destruidos para cualquier fin egoísta.