Hope tiene que adaptarse al frío de Quito. Fotos: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Jama fue uno de los cantones afectados de Manabí luego del terremoto, de 7.8 grados de magnitud del pasado 16 de abril. Un día después de la emergencia, el coronel de la Policía Javier Buitrón llegó a ese sitio para coordinar las acciones del Centro de Operaciones de Emergencia (COE). Junto con él viajaron sus hijos, Georgie y Matthew, de 18 y 17 años, quienes estuvieron allí como voluntarios para ayudar a los damnificados.
Mientras su padre trabajaba con las autoridades, los dos jóvenes se fueron al pueblo para ayudar a que la gente recuperara sus pertenencias (electrodomésticos, ropa…). También entregaban raciones de agua, granos y enlatados.
En los restos de una casa de tres pisos que se derrumbó, Matthew encontró un pequeño gato que sobrevivió. Él y su familia lo adoptaron y lo trajeron a Quito para vivir con ellos. EL COMERCIO dialogó con él la noche del 5 de mayo del 2016 y contó su historia:
“Apenas nos enteramos de lo que pasó en el norte de Manabí y el sur de Esmeraldas, decidimos viajar junto a nuestro padre que es oficial de la Policía Nacional. Llevamos galones de agua, enlatados y granos secos para que las familias de Jama tuvieran alimentos”.
“Cuando estábamos allí, nuestro padre se quedó trabajando con la Policía, pero nosotros nos unimos al Cuerpo de Bomberos de Quito como voluntarios. Nos pidieron que colaboremos retirando escombros y que ayudemos a la gente para que recogiera lo que quedaba de sus pertenencias como ropa o electrodomésticos“.
“Estábamos entre los restos de una vivienda, de tres pisos, que se derrumbó y comenzamos a recoger las pertenencias de una señora. En el ambiente se percibía un olor raro y encontré una gata de color negro que murió aplastada. En ese momento me dio mucha pena y sacábamos un horno de microondas para entregárselo a la mujer”.
“Luego, levantamos una nevera y notamos que un animal pequeño salió corriendo. Al principio creímos que se trataba de un roedor, pero cuando nos acercábamos, este se alejaba. Luego notamos que era un gato recién nacido y, al tratar de atraparlo, salió corriendo a la calle. Yo lo seguí y se ubicó debajo de la llanta de un carro. Le dije al chofer que no ponga el vehículo en marcha para que no lo aplastara y así lo rescaté”.
“El gato era muy chiquito y estaba muy asustado, ni siquiera maullaba. En esos momentos, lo llevamos al campamento en donde nos encontrábamos con mi hermano y allí descanso con nosotros. Al principio, solo permanecía acurrucado en el rincón de la carpa. No comía”.
“Mientras estuvimos en Jama, al gato lo llevábamos a todas partes y preguntábamos a la gente si la mascota tenía dueño. Nadie nos daba respuesta, ni la señora dueña de la casa en donde lo encontramos. Ahí supimos que el gatito y su madre no tenían hogar y que vivían en el techo de esa casa que se derrrumbó. La gata murió aplastada por los escombros, pero su bebé sobrevivió porque la refrigeradora le salvó”.
Georgie y Matthew Buitrón ahora cuidan de su mascota.
“Luego de unos días vinimos a Quito con el gato. Al principio, pensé dejarlo en una fundación en donde reciben animales para darlos en adopción. Pero, finalmente decidimos con mi familia que se quedará con nosotros. Le bautizamos ‘Hope‘, cuyo significado en español es esperanza. El objetivo es que nuestra mascota nos llene de optimismo y que el país supere pronto el mal momento que vivió con el terremoto“.
“Es la primera vez que tenemos un gato y en la familia lo queremos. Mi hermano le construyó una casa con esponjas, espuma flex, alambre y una camiseta vieja. Al principio estaba asustado, pero paulatinamente ha ganado confianza”.
“Cuando llegó estaba en muy malas condiciones, tenía unos hematomas por los golpes ocasionados por el terremoto. También tenía anemia porque no había comido, su estómago estaba hinchado por los parásitos. Por eso lo llevamos cada semana al veterinario y su salud ha evolucionado. De hecho, cuando llegó a nuestra casa, Hope pesaba 200 gramos y ahora 348″.
“Lo queremos mucho, es nuestra mascota y se quedará con nosotros para siempre… De a poco se adapta a nuestra casa. El veterinario nos dijo que, como vino de un sitio cálido como Jama, el gato tiene ahora que adaptarse a una nueva ciudad y al frío de Quito”.